Varios analistas políticos y estratégicos sostienen que nuestra sociedad ha entrado en una transición en el sistema político que incluye a los partidos, a las relaciones e interacciones entre ciudadanía e instituciones de gobierno, a la forma en que se auto perciben y actúan las entidades de la sociedad civil y, en general, a los modos de construcción de gobernabilidad.
La sociedad dominicana surgida después de la guerra de Abril de 1965 fue fundamentalmente autoritaria. La transición iniciada en 1978 no completó la tarea de establecer una democracia efectiva.
En 1996 se produjo el inicio de una etapa que recicló muchas de las claves del modelo parcialmente democrático y parcialmente autoritario con un impulso modernizador de las estructuras de administración del Estado, pero sin una verdadera renovación o refundación democrática.
En el interregno entre 1996 y 2012 desaparecieron los principales liderazgos del viejo esquema político aunque los discursos o relatos con los cuales se intentó construir gobernabilidad fueron una reedición de la tradición conservadora de la sociedad dominicana, con el señalado impulso modernizador orientado a mayor eficiencia.
El pacto de gobernabilidad que ha ocupado el espacio público desde entonces, reproduce el relato y las claves autoritarias de nuestra tradición política y los significados, claves y temores con los que se ha nutrido la sociedad, la nación en las principales etapas de construcción del Estado y la propia sociedad. Un pacto que se afirma en la exclusión y negación de muchos derechos fundamentales.
Lo que está en juego ahora es si la transición a la que se refieren quienes la han identificado es hacia una sociedad más plenamente democrática o hacia un reciclaje que mantenga la inequidad, el déficit de ciudadanía, de derechos y garantías que han predominado. Nuestra apuesta es a que sí es posible una verdadera transición.