Según un funcionario de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo, el agua desperdiciada en este, que debe ser sistema de agua potable más grande del país, es actualmente del orden del 60 por ciento de la producida.
En una información que publicamos en otra parte de esta edición de EL DÍA sobre la base de una entrevista con el señor Luis Salcedo, director de Operaciones de esta corporación, sale a la luz que este alto nivel de pérdida tiene su fuente en las averías y en la forma en que la gente se relaciona con el agua.
Las averías deben ser propias de cualquier sistema de distribución de agua por cañerías, inclusive cuando a estas sólo tiene acceso personal técnico calificado.
Pero cualquier dominicano sabe de la cantidad inmensa de manos que intervienen para acceder al agua y la forma en que esta es puesta a correr por calles y patios en redes informales.
Y también es conocido de muchos el tiempo que puede durar una avería en la vía pública sin que sea atendida por personal especializado de la corporación responsable del servicio.
El agua servida por el acueducto tiene fines particulares en las casas y condominios, como son el de realizar la limpieza de pisos y paredes, lavar la ropa, la cocina, la higiene personal y la operación de lavamanos e inodoros.
La otra, la de beber y preparar algunos alimentos que no pueden ser cocidos, esa es cara, pero llega a los hogares como un artículo del comercio, no como un servicio público.
Nadie compra un garrafón o botellón de agua potabilizada para desaguar los inodoros, lavar los carros o regar jardines.
Parece que ha llegado la hora de que el uso del agua servida por los acueductos sea reenfocado, o tendremos que cambiar el curso completo de los ríos y canalizarlos hacia las cañerías de las ciudades.