Un accidente de tránsito es en Santo Domingo un problema o una tragedia para una o varias personas. El riesgo de morir, de pasar a vivir en una silla de ruedas, andar con muletas o con la falta de una pierna o un brazo es una amenaza permanente.
La solución, evidentemente, no puede llegar por la vía de la ley ante el hecho evidente de que quienes están llamados a aplicarla no quieren hacerlo. Ante esta realidad da lo mismo una norma como la 241, de 1967, o una como la vigente, del año 2017.
No importa la ley, sino la actitud de las autoridades y la conciencia en la población acerca de las implicaciones.
Descartada la norma, es el sálvese quien pueda. De todos modos, algo se debe hacer así sea desde otras áreas, ¿desde cuáles? La sicología, tal vez; la sociología o la siquiatría. La inquietud fue planteada por uno de los periodistas que ayer almorzaban con altas autoridades del Intec en el encuentro semanal del Grupo de Comunicaciones Corripio, porque tal vez está haciendo falta la atención de este asunto tan delicado desde los centros de la formación del pensamiento.
A cualquiera que se le hable del caso se inclinará a verlo como un asunto de salud pública, de educación o desde el punto de vista del sentido común: el tiempo que se pierde en las calles y la inseguridad ante el riesgo perenne de un accidente de tránsito.
El vicerrector Académico del Intec, Arturo del Villar, aseguró que esta academia colabora con las entidades rectoras del tráfico en las vías públicas y reconoció que es un asunto complejo y muy fuerte en los planos económico y humano.
Estar al corriente de que somos el número 1 en muertes por accidentes de tránsito en el mundo, paraliza el ánimo.