Con el pasar de los días, de las fechas y los acontecimientos nos damos cuenta que la sociedad está cambiando y, aunque nos duela reconocerlo, lo está haciendo para mal, inclinándose al extremo de la indiferencia y el individualismo, pero lo más lamentable es que somos nosotros mismos los que estamos cosechando lo sembrado.
Cada día ponemos una piedra al edificio que llamamos sociedad… el que estamos construyendo con ideales frustrados, valores ahogados, ídolos de barro y personajes de pensamientos vanos e inmorales… donde todo se ha vuelto relativo y solo es bueno si lo hago yo y malo si lo hace hace el otro.
Una sociedad que se transforma copiando a otras… que se adhiere al consumismo como puerta de escape a las realidades que le duele y no quiere trabajar.
Vemos como pasan los años y las fechas comerciales se hacen más importantes que las históricas y hasta religiosas.
La publicidad nos lleva como ovejas al matadero, los especiales entre comillas han adormecido nuestra capacidad de pensar y solo veo personas que quieren tener y tener, comprar y comprar, viviendo en un mundo de apariencias.
Lo verdaderamente importante ha pasado a otro plano y aunque no todo está perdido, porque hay muchas personas que todavía tienen el mismo sentir que me empuja a escribir estas líneas, los rebaños de ovejas aumentan gracias a la educación deficiente, padres ausentes y bombardeo mediático. Todavía no es tarde.
Dejemos de justificarnos. Tenemos cosas más importantes y situaciones más desgarradoras a que prestarles atención. Multiplíquemos los buenos pensamientos y buenas acciones.