- Publicidad -

- Publicidad -

Una situación impredecible y peligrosa

Roberto Marcallé Abreu
📷 Roberto Marcallé Abreu

La enumeración de indicios y situaciones por las que atraviesa el mundo y la humanidad pueden inducirnos a pensar que nos orientamos aceleradamente a un estado de cosas de consecuencias definitivamente apocalípticas, tanto para la vida en todas sus manifestaciones como para nuestro hábitat natural, que es el planeta Tierra.

Quien ha dado seguimiento pormenorizado a los graves conflictos que se escenifican en todas partes y enfrentan a los países más poderosos, presume o debe imaginar que sólo una intervención divina podría detener un estado de cosas que arrastra aceleradamente a la humanidad a una catástrofe inimaginable en todos los órdenes concebibles.

Los actores fundamentales del planeta parecen estar desbordados por actitudes en las que predomina una terquedad, una inconciencia y una incapacidad absoluta para resolver conflictos y diferencias que, al parecer, se les figuran como irresolubles.

No hay acercamiento ni diálogos, sino actitudes y posturas insolentes, incongruentes, extremas y arrogantes. Mientras, la humanidad es testigo de un desolador escenario plagado de riesgos y peligros aterradores. Es inimaginable el desenlace al que temerariamente nos aproximamos y al que pueden arrastrarnos.

La inteligencia y la naturaleza han proporcionado al ser humano capacidades indescriptibles. Quien conoce el intríngulis de la historia humana sabe, de primera mano, que no sería la primera ni la última vez que el hombre ha acudido a medidas extremas que han situado en grave riesgo tanto a la humanidad como su hábitat y la vida en todas sus manifestaciones.

Por eso, no sería una sorpresa que, una vez más, se acudiera a decisiones extremas y a riesgos inconcebibles aun en conocimiento de que estamos decretando el fin catastrófico de la vida sobre la tierra.

Uno de los aspectos más graves de este estado de cosas es la ausencia de interlocutores válidos que sirvan de factor de moderación ante riesgos de extrema gravedad.

A estos extremos nos han arrastrado la inconsistencia, los apetitos desbordados, la incomprensión, la extrema arrogancia. Es de esperarse que instituciones piadosas, presencias relevantes de todas partes del mundo, instituciones y personalidades de gran ascendiente hagan acto de presencia a fin de evitar lo inimaginable, que bien podría ser la desaparición misma de la humanidad y la vida sobre la tierra.

Atravesamos por un estado peligrosamente expectante, pero, a diferencia de otras ocasiones, no se vislumbra un activismo consistente orientado a la búsqueda de alternativas diferentes a las que se ventilan y que, indefectiblemente, nos pueden arrastrar a una devastación innombrable.

En estos momentos de gran riesgo uno medita sobre la utilidad del talento, el ejercicio intelectual, el acervo cultural que ha ido acumulando el ser humano en toda su existencia.

Nos creímos la mentira de que éramos más cultos, más humanos, más racionales que nuestros antepasados.

Mentira. Cuanto hicimos fue desarrollar capacidades que hacen posible destruir todo cuanto se ha logrado y todo cuanto existe. Este estado de cosas, tan inconcebible y absurdo, desdice hasta el infinito todo cuanto se expone e inscribe sobre la humanidad y la civilización.

No es verdad que hemos cambiado, que hemos dejado atrás el primitivismo, el salvajismo, la agresividad y la violencia que nos caracterizaba en los tiempos primigenios de la humanidad. Quién sabe si todo lo contrario…

Etiquetas

Artículos Relacionados