Las administradoras de fondos de pensiones han sido colocadas desde hace unos años en el ojo de un huracán cuyos vientos se ha llevado de cuajo la empatía que debieran tener con sus clientes.

Cuando se habla de las AFP suele imponerse la pasión, sin importar los argumentos en los razonamientos.
En cierta medida las mismas AFP son responsables de esta situación, porque durante años no le dieron importancia a la obligación de mantener informados a sus clientes sobre las operaciones que realizaban estas entidades.

La relación con sus clientes no puede equipararse a la relación que llevan otro tipo de entidades financieras, pues la dinámica es muy diferente.

Por tal motivo se hace necesaria una comunicación o una relación diferente entre AFP y clientes.
Imaginamos que las administradoras de fondos de pensiones habrán hecho ese “mea culpa” porque la realidad les ha dado en la cara de mala manera.

Esa conflictuada comunicación, por tanto, hace difícil ahora el entendimiento entre las partes y se celebra cualquier acción que pueda afectar a las AFP, aunque finalmente termine dañando el sistema.

Esto ocurre con una sentencia del Tribunal Superior Administrativo, a todas luces carente de lógica y racionalidad para cualquiera que se detenga un segundo a pensar cómo funcionan los mercados financieros.

Condenar a las AFP a pagar como si fuera una “sustracción” el diferencial cambiario de los fondos invertidos en dólares no resulta comprensible desde la razón.

Las AFP y la propia Superintendencia de Pensiones han explicado con claridad el fenómeno, pero ya los oídos están tapados y al parecer hasta los tribunales se han cerrado al entendimiento.

La sentencia en cuestión pasará al Tribunal Constitucional con muchas posibilidades de que sea revertida, pero las administradoras de fondos de pensiones deberán hacer una profunda revisión sobre la forma en que se relacionan con sus clientes para que pueda restablecerse la empatía y la confianza.