La activista estadounidense Tipper Gore dijo que “es mejor imponer a los niños reglas para que las rompan, que no imponerles nada”.
Nadie puede andar en la vida sin reglas, por lo que ellas habrán de existir como normas y conductas que hagan posible la convivencia.
El humano se autoriza en misma medida en que se compromete con el cumplimiento del sentido de la vida.