La ministra de Interior y Policía empezó con bastante tiempo, cuando todavía, ruidosos, borrachos y malandros deben de estar sobrios, a señalarles que la seguridad es una responsabilidad compartida.
Esta es una verdad del tamaño de la Catedral, pero entenderla no debe de ser fácil para ninguno de los que encajan en estos perfiles señalados en el párrafo precedente.
Muchos deben de haber visto en cualquier sector urbano del país, pero particularmente en los barrios del Gran Santo Domingo, que a cualquier hora —desde el atardecer del viernes hasta el domingo— una o varias personas estaciona un carro, una camioneta o una yipeta en una acera, arma "un coro" y a los del vecindario “que se los lleve quien los trajo”.
Tal vez en este punto sea de provecho recordar las batallas libradas el año pasado por la ministra de Interior, Faride Raful, con los dueños de centros de diversión, que pedían una dispensa por la temporada navideña para operar con horarios especiales.
Parece que fue ayer, pero ha pasado un año y ya andamos en los mismos pasos.
Lo que piden es conocido: una extensión del tiempo de cierre por la temporada navideña para operar con horarios especiales hasta poco después del Año Nuevo.
Esperemos a ver cómo avanzan los reclamos de este tipo este año, si los hay, y la actitud de la funcionaria ante los insistentes operadores de lugares de diversión.
Es posible que los borrachos salgan por ahí a buscar, de todos modos, la forma de que el alcohol los encuentre reunidos, pero quien hasta la media noche no haya podido aplacar la sed debería de aprender a vivir con ella, irse a su casa, y darle siquiera unas horas de paz al vecindario.
La responsabilidad de Interior y Policía debe ser con todos, pero especialmente con las víctimas, reales o potenciales, de quienes sólo piensan en sus cajas registradoras o en la satisfacción de sus gustos.