Una oportunidad con el nuevo embajador

La acreditación de un embajador de Haití ante el Gobierno dominicano es un paso oportuno que si no fuera por la irregularidad de la Administración pública en el vecino país pudiera decirse que ha sido fruto de la reflexión política.
Esta decisión ha tenido lugar en la periferia de una serie desacostumbrada de picos en la diplomacia dominicana, de los que podemos mencionar la visita del canciller ruso, Sergéi Lavrov, a finales de abril; la reunión en Washington, a principio de mayo, del presidente Luis Abinader con secretario de Estado Marco Rubio; la visita del ministro de Exteriores de Kenia, Musalia Mudavadi, a mediados de mayo, y la del titular de la política internacional de Bahamas, Frederick Mitchell, también a mediados de mayo.
Las relaciones entre los dos países sufrieron un vuelco a partir del asesinato del presidente Jovenel Moïse a principio de julio de 2021. A partir de este hecho la escalada de la violencia se hizo vertiginosa y la comunicación entre las dos administraciones prácticamente imposible.
En Puerto Príncipe el asunto dominicano puede ser aprovechado para encontrar respaldo político, algo de lo que han carecido todos a partir del magnicidio. En Santo Domingo no es diferente en relación con el asunto haitiano.
La presentación de credenciales del embajador Enmanuel Fritz Longchamp, un hombre con probada experiencia política, pudiera ser una oportunidad para empezar a examinar los yerros y a curar las heridas.
Hablar de la normalización de relaciones tal vez sea prematuro, pero siempre es posible guardar los cuchillos y volver a empezar.
El nuevo embajador haitiano trae a su favor que muy pocas veces, si es que ha habido alguna, ha tenido posiciones destempladas en relación con la parte dominicana de la vida política y social en la isla, que es ahora lo que debe importar para ambas administraciones.
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