Informar responsablemente sobre accidentes y desastres: una mirada desde la tragedia del Jet Set
Sin duda alguna, la reciente tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set ha estremecido a toda la República Dominicana. Con más de 210 personas fallecidas, este evento no solo dejó una profunda herida colectiva, sino que también puso a prueba nuestra capacidad como sociedad para manejar la información en momentos de dolor y angustia.
Más allá del desastre, se reveló un segundo fenómeno alarmante: la circulación masiva e irresponsable de imágenes de personas fallecidas en redes sociales y algunos medios digitales.
En situaciones de crisis, el rol del periodismo y de los ciudadanos que informan es crucial. En República Dominicana, la Ley 192-19 establece de forma clara que está prohibida la difusión de imágenes de personas fallecidas, con el objetivo de salvaguardar la dignidad humana y proteger a las familias de la revictimización. Sin embargo, esta ley ha sido ignorada en muchos espacios, permitiendo la propagación de contenido morboso que alimenta el sensacionalismo y la economía de los likes, pero que también causa más daño que beneficio. Ante todo eso, parece que no hay autoridad que haga algo.

Desde el Centro de Análisis y Estudio de la Comunicación (CAESCO), asumimos la responsabilidad de contribuir a una ciudadanía más crítica y ética frente a la información. A través de campañas en redes sociales, hemos promovido principios fundamentales para la cobertura responsable de accidentes y desastres. Entre ellos: verificar la información antes de compartirla, ofrecer datos útiles para la población, evitar el alarmismo y respetar la privacidad de las víctimas.
También hemos creado guías sobre salud mental para ayudar a las personas a consumir noticias sin afectar su estabilidad emocional, reconociendo que el exceso de contenido trágico puede generar ansiedad, tristeza o insensibilidad. Ya es innegociable e inaplazable informar con empatía, ética y responsabilidad.
La tragedia del Jet Set no solo nos deja una lección sobre prevención de desastres, sino también sobre el poder (y el riesgo) que implica informar. Cada publicación, cada reenvío, cada imagen compartida tiene impacto. La ciudadanía digital tiene el deber de construir una cultura informativa que no se alimente del dolor, sino que lo acompañe con respeto.
Construir una sociedad informada y compasiva es posible. Y empieza por cómo decidimos contar lo que ocurre, hacia ahí debemos caminar en lo inmediato, por nuestra salud mental, por una mejor sociedad.

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