El malestar de los usuarios del servicio energético a cargo de empresas distribuidoras es tan extendido que tal vez lo apropiado es ponerle atención.
La prensa recibe a diario las quejas de gente indignada por la forma en que se siente afectada por la facturación de este servicio y los grupos y redes sociales no pasan un día sin recibir escritos, las imágenes de una factura o el vídeo de una o varias personas solicitando difusión y ayuda.
Es la opinión pública de hoy, o una parte de ella, que se manifiesta acerca de un servicio necesario e importante.
Poner atención parece una invitación a la intervención del gobierno, pero no lo es. Es una invitación a los oferentes, porque algo puede andar mal entre ellos y sus clientes.
¿O es posible que tanta gente de pronto se ponga de acuerdo para convertir las redes sociales en muros de lamentaciones?
Desde luego, el sistema cuenta con una entidad que tiene entre sus funciones la de recibir las quejas y estudiar los casos particulares.
Cuando ha encontrado razón en los reclamos ha impuesto a las empresas operadoras la acreditación de dinero cobrado en exceso, pero hasta este procedimiento resulta incómodo a los usuarios, que pagan y quisieran ver dinero de regreso.
Los estados de opinión deben ser atentidos.