En las campañas electorales los políticos buscan las consignas que puedan impactar entre los que van a ejercer el sufragio en unos comicios y así alzarse con la victoria.
Y es así, créalo o no, bajo el espíritu de lo que a diario constataba en su largo caminar, desde el mes de julio del año 2008, casi recién pasadas las elecciones en la que Miguel Vargas y el Partido Revolucionario Dominicano fueron derrotados por Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana.
Quién comenzó a recorrer el país, de norte a sur y del sur al este y con qué herramientas en sus manos, también fue por el oeste, Luis Abinader, apenas conocido en la fragua política, con la alforja de la honestidad y la transparencia al hombro.
¿Justicia independiente? Meter presos a quienes a su paso por las instituciones del Estado vulneren la confianza depositada en ellos mediante un decreto presidencial o el voto emitido por el soberano. El pueblo.
Nadie, absolutamente nadie, ni usted, ni su vecino lo pensó cuando el pasado 5 de julio, 12 años después de iniciar su carrera por la Presidencia de la República, Luis Abinader, no José Rafael Abinader, su fallecido padre, se alzó con el sentimiento de cambio, traducido en votos y con estos ser proclamado presidente electo de la República Dominicana, a pesar de que los “expertos»: mercadólogos, politólogos y los de arriba, los del gobierno, creían que la campaña, el discurso, anticorrupción no sería una arma letal contra la continuidad de un partido con 16 años de manera ininterrumpida en el poder.
Craso error, tamaño error, diría un campesino de Fantino, al escuchar al mediodía de un sábado de marzo al candidato Abinader en un breve discurso previo a las elecciones municipales de este año, en el que garantizaba un manejo pulcro y honesto de los recursos públicos y de que en su gobierno prometía sólo eso: un Ministerio Público independiente.
El agricultor prepara la tierra y luego planta su semilla y entonces viene el proceso de ver los resultados de su esfuerzo al recolectar su cosecha y si es buena y obtiene beneficios, entonces viene la satisfacción por los resultados.
En ese estadio está hoy el pueblo dominicano esperando que los inicios, los intentos, no se queden ahí y que sin importar el mote o nombre de los operativos Justicia Independiente, Ministerio Público Independiente con modificación o no del viejo aparato que rige en nuestro país al Ministerio Público y al Poder Judicial, reciban el peso de la ley los que estaban y los que están sin importar el color o la amalgama de colores de quienes usufructúen el poder en desmedro de la correcta administración de los fondos públicos, que es lo mismo que decir de los dineros del pueblo.
La historia habrá de recoger el legado de quién se atrevió a dar el paso de sintonizar con los deseos, anhelos de sus conciudadanos, sin la miopía del revanchismo partidario y demostrando al elector, sobre todo a esa juventud insatisfecha con los que desde un cargo público, desde un puesto político, exhiben fortunas y una bonanza que años de preparación y de trabajo jamás proporcionarán a un hombre o una mujer honrada y decente.
*Por Abigaíl Peña