Un contingente de 400 soldados enviados por el Gobierno de Kenia como parte del compromiso de fuerzas para apoyar la vuelta al orden y a la seguridad en Haití, ya está en Puerto Príncipe.
Poco antes se habían producido algunos movimientos prometedores, como el envío de aviones militares de los Estados Unidos de América, tal vez como anticipación de las operaciones internacionales destinadas a reforzar el desenvolvimiento de la Policía haitiana frente a los desmanes de las pandillas.
En esa misma dirección hay que valorar la designación de un nuevo director de la Policía, en la persona del experimentado Normil Rameau, nombrado a su vez por el nuevo gobierno encabezado por el presidente del Consejo Presidencial de Transición, Edgard Leblanc Fils, y el primer ministro Garry Conille.
Acaso un síntoma de que algunos hechos políticos recientes van en la dirección de generar un cambio en Haití, así sea mínimo, lo sea un llamado del jefe de pandilla Jimmy Cherizier, alias Barbecue, a dialogar sobre la pacificación de su país.
Sobre este notorio pandillero ha sido puesta la mayor parte de la carga de muertes, secuestros, violaciones y muchos otros desmanes que tuvieron lugar durante el gobierno de Jovenel Moïse y la exacerbación de la violencia que siguió a la muerte violenta del Presidente, hará tres años en unos días.
¿Es posible ahora mirar, así sea con algo de esperanza, el porvenir haitiano? Un poco de cauteloso optimismo puede ser de provecho.
Antes que ahora Haití ha tenido intervenciones extranjeras que han tutelado su vida pública, hechos de los que heredó aquella nación una secuencia de gobiernos salidos de elecciones, para volver a caer hasta profundidades mayores.
Algún aporte importante dejaron de hacer los interventores anteriores, o los haitianos han sido incapaces de aprovechar el aporte externo para echar a andar.
Que esta sea la última vez que Haití necesite de una intervención extranjera debe ser una justa esperanza de los dominicanos.