Las estanterías de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, ocurrió algo inusual. Una empleada del archivo de libros raros, donde no se permite comida, bebida ni bolígrafos, abrió un manuscrito.
Dentro de una edición de 1529 de las obras completas de San Agustín había una galleta mordida, dejada allí hace unos 50 años.