Existen muchos informes de diversos organismos nacionales e internacionales que estudian el impacto de la educación superior en nuestras sociedades.
Ciertamente las realidades son distintas según los países.
Podemos constatar que en Estados Unidos y Europa, las condiciones sociales y demográficas son distintas a las naciones de América Latina y el Caribe. Por tanto, es importante el análisis de lo que aplica o no en nuestra región.
En primer lugar, somos una América Latina en crecimiento. Cada vez hay más jóvenes que quieren realizar una carrera universitaria.
Ellos depositan su confianza en un sistema de educación superior en la esperanza de que dichas titulaciones que piensan obtener, le ayuden en la movilidad social que aspiran a vivir. Todavía en nuestro países, un título universitario simboliza la esperanza de un futuro mejor.
Por otro lado, las formas de financiamiento de la educación superior siguen siendo particularmente obtenidas por medio de las cuotas que pagan las familias.
La inversión pública se ha mantenido limitada y esto obliga a replantearnos nuevas formas de financiamiento.
Por último, se hacen necesarias reformas curriculares que transformen radicalmente los modelos de enseñanza y permitan el desarrollo de habilidades que requieran los empleadores y la sociedad en sentido general.
Una educación superior pertinente es la que cumple con las expectativas de los estudiantes, en términos de generación de empleo y desarrollo emprendedor.
La universidad debe ser un espacio de crecimiento para todos los miembros de la comunidad académica y un elemento importante del desarrollo de nuestros países.