Una dulce derrota

Una dulce derrota

Una dulce derrota

Si dedicáramos el mismo esfuerzo a la palabra aceptar que a la palabra enfrentar lograríamos mejores resultados. Parece que desde que conocemos a alguien hay que encontrar la manera de cambiarlo, de convertirlo en aquello que creemos es lo correcto.

Pero en esta ecuación siempre hay dos miradas, la tuya y la del otro, a veces encuentran puntos en común, otras no. Y ahí radica mi idea de aceptación. Nadie nos da el poder de cambiar a los demás. Pero sí de poder cambiar nosotros mismos.

Ver el defecto en otros es tan fácil (o eso creemos) que debería ser igual de sencillo verlo en nosotros mismos. Pero no. Normalmente son los demás quienes tienen que aceptarnos, adaptarse y entendernos. Hay quien llamaría a esto egoismo, otros supervivencia, para mí es un tema de querer siempre tener la razón sin darnos cuenta que la perdemos en el mismo instante en el que queremos imponerla.

Mucho más si para lograrlo presionamos para que otros cambien. En ocasiones la frase conocida de “es por tu bien” encierra que es por el bien de quien la dice no de quien la escucha.
Aceptación. Parece que significa derrota, pero solo es así cuando tú la sientes o la enfocas de esta manera. Si aceptas a los demás tal y como son, te darás cuenta que se te devuelve y todo fluye por el camino adecuado.

Lo que no quiere decir que no haya batallas en las que el enfrentamiento sea inevitable, pero hay que tener sabiduría para poder distinguirlas.

Aun recuerdo algo que una persona me dijo una vez: si tiene solución, por qué te preocupas, si no la tiene… por qué te preocupas. Algo tan simple es al mismo tiempo algo muy difícil. En este caso, ¿te gusta que intenten cambiarte?



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