
La traición es parte del ADN humano desde que el mundo es mundo.
De la misma forma que la humanidad ha sido intensa en hazañas heróicas y sucesos bélicos, también en el plano íntimo, amores y enemistades han definido más de una vez el rumbo de naciones.
Es una moneda cuyo valor de cambio incluye un lado con ilustres traiciones y cobardías.
Es que el acto más eficaz para pulverizar el valor de la confianza es la traición. Y no pocas veces lo que un sector define como traidor, se convierte automáticamente en paladín para el otro bando.
La traición más influyente que se conoce fue la de Judas Iscariot a Jesús de Nazareth. Le siguen otras como la de Junio Brutus al unirse a otros senadores para acabar con el emperador romano Julio César.
En la biografía de Guy Fawkes confluyen, entre otros datos, el intento de asesinato de un rey en la "Conspiración de la Pólvora", fallida, que intentó prender fuego el parlamento inglés.
Robert (Bob) Ford y Jesse James eran como uña y carne. James, uno de los criminales más buscados fue liquidado por la espalda por su compañero de pandilla Bob, para éste cobrar la recompensa.
La realidad aterradora es que donde quiera que exista una promesa rota, secretos revelados o falsedades, explícitos o implícitos, existe la posibilidad de una traición.
Estas dolorosas experiencias pueden ser el resultado de la percepción de que alguien no ha cumplido un compromiso o una expectativa importante.
La traición, cuando no elimina físicamente, impacta la salud mental y emocional de la gente.
Pero de todas las traiciones, aunque esporádica, la más dañina en el contexto criollo es la traición política. Sí. Esa que cada cuatro años resurge y lacera la confianza de los votantes.
Por qué? La gente la vive a diario, a través del dolo, las precariedades, la incapacidad y la ineficiencia con que suele manifestarse.