El término “natimuerta” (de nacida muerta) implica que un evento está condenado al fracaso desde antes de comenzar, ya sea por falta de acuerdos, liderazgo, interés real, credibilidad de los participantes u otras razones.
Eso, precisamente, fue lo que pasó con la X Cumbre de las Américas, que en principio había sido convocada para inicios de diciembre próximo. Sorpresivamente, el Ministerio de Relaciones Exteriores anunció este lunes la posposición del evento para 2026. No obstante ese traspié, considero que fue una decisión sensata, dada la frialdad con que fue acogida la invitación por parte de varios países que estaban invitados.
Y es que esta cumbre, como indica el título de este artículo, nació muerta, o al menos chueca, por decisión propia, movida por el mero interés de los organizadores de quedar bien ante Estados Unidos. Excluir a países como Cuba, Venezuela y Nicaragua de un encuentro regional que, en teoría, busca la integración, no es lógico. Así no se construye liderazgo.
A nuestro país, ni a ningún otro, le luce excluir a naciones hermanas por razones ideológicas o políticas. Así no se gana respeto; todo lo contrario. Hay que aprender a convivir en unidad en medio de la diversidad. Sin inclusión no hay integración.
Pero además, no debemos olvidar que, si bien hoy el panorama político regional y global es favorable a corrientes conservadoras y de ultraderecha, eso también es pasajero.
Tan pronto se produjo el anuncio de la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, los presidentes de Colombia, Gustavo Petro y de México, Claudia Sheinbaum, dijeron que no asistirían al evento a celebrarse en Punta Cana. “No estamos de acuerdo con exclusiones”, señalaron ambos.
Y aunque no lo expresaron abiertamente, también se tenía la duda sobre la participación de países como Brasil (la primera potencia latinoamericana), Chile y Honduras, además de varios representantes de las Antillas Menores que integran el Caricom.
Era, pues, una cumbre natimuerta, un autogol, un fracaso diplomático gratuito. Y todo ello para caerle en gracia al inquilino de la Casa Blanca, quien, por lo demás, tampoco iba a venir en diciembre.
En ese contexto, la posposición de la cumbre fue una decisión acertada, pues con las exclusiones y las ausencias anunciadas, el quórum no estaba garantizado, pero el fracaso sí.
Los mismos Estados Unidos, durante la gestión de Barack Obama, habían propiciado un acercamiento con Cuba, que participó en la Cumbre de las Américas celebrada en Panamá en 2015. Allí coincidieron Obama y Raúl Castro, y no se cayeron a mordidas; todo lo contrario: se demostró que se puede ser valiente sin dejar de ser cortés. La paz, ya lo dijo Benito Juárez, pasa por el respeto al derecho ajeno.
El fracaso de la primera convocatoria de la X Cumbre de las Américas debe servir para que, como país, reflexionemos y busquemos las vías hacia una mejor relación con los países vecinos, con los cuales debemos y podemos tener una relación ganar-ganar, sin exclusiones, con respeto al otro y lejos de esas pretensiones de ser “guardianes de la moral”. Aún hay tiempo para enmendar ese error.
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German Marte
Periodista dominicano. Comentarista de radio y TV. Prefiere ser considerado como un humanista, solidario.