El proyecto de ley de partidos volvió a la Cámara de Diputados, pero solo por poco tiempo. Tuvo una presencia efímera, ya que terminó bajo la responsabilidad de una comisión especial, que tiene el reto de hacer un estudio previo.
No hay que tener una bola mágica para saber lo que vendrá. No sorprende que se haya enviado a comisión de manera unánime y sin debate. Independientemente de la naturaleza y variedad de las agrupaciones representadas en la Cámara de Diputados, se llegó a una decisión impresionante.
En el mundo paralelo de la realidad que se vivía en el país, se esperaba otro desenlace.
Los debates –con altura, con argumentos o sin ellos–, vendrán a lo interno de esa “comisión especial”. Habrá diputados que se presentarán con posiciones firmes e imbatibles; y otros se acogerán a lo que diga el Partido. No importa la bandería política.
Habrá honorables posiciones que estarán sujetas a los acuerdos previos. El presidente de la Cámara de Diputados ya fijó, con días previos, su inamovible posición de “árbitro imparcial”, pero con voz y voto.
No importa el tiempo que se tome en su estudio la “comisión especial”. Todo parece indicar que el proyecto de ley de partidos tendrá un destino incierto.
Esperanzas y desesperanzas, desasosiego y angustias y otros estados inclasificables ha generado en agrupaciones y movimientos políticos el tortuoso proceso de avance y retroceso a que se ha sometido la pieza. La comisión, afortunadamente, tiene la convicción de que su “estudio” busca lo mejor para el país.