Una carta que habla por sí sola

Una carta que habla por sí sola

Una carta que habla por sí sola

El Domingo de Resurrección recibí la carta que transcribo a continuación, y que habla por sí sola:

“El Viernes Santo estábamos mi hermana y yo escuchando el Sermón de las Siete Palabras y cuando el sacerdote decía “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, empezamos a oír tiros frente a nuestro edificio.

“Como estábamos al lado del balcón, nos asomamos inmediatamente y presenciamos con terror como cinco policías disparaban a un supuesto ladrón a quien momentos antes le habían asegurado que se entregara, que no le harían nada. Lo atraparon y empezaron a tirarle. Ya en el suelo, todavía con las manos levantadas, vimos como lo remataban. Como a una res llevada al matadero, lo arrastraron por la calle, dejando estelas de sangre en la acera y en la calle. Recogieron algunos casquillos y los tiraron en la parte de atrás de la güagüita.

“Bajé enseguida y les pedí a los que inmediatamente después pasaban manguera, que no lo hicieran, para que por lo menos quedaran huellas de ese hecho horrendo. Solo atiné a decir: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y a los policías: “Perdónalos, Señor”, porque quisiera creer que no saben lo que hacen.

“¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Es que nada puede hacerse? ¿Hay esperanzas de que el Señor transforme los corazones de nosotros, los dominicanos?”.



El Día

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