Un vacío de teoría

Un vacío de teoría

Un vacío de teoría

Rafael Chaljub Mejìa

Cualquiera dice que aquí se hace una política sin sustancia teórica ni doctrinaria, sin debate de ideas fundamentales ni programáticas. Una política de chiripeo y motoconcho.

Mal que bien, pero el debate político era otra cosa. La izquierda debatía tesis y doctrinas, dividida siempre, pero cada agrupación defendía sus posiciones. Ya sabemos los defectos de las copias mecánicas de la experiencia extraña, el culto ciego a la doctrina y otros vicios. Pero se estudiaba y se debatía.

Maximiliano Gómez planteó sus concepciones y aunque todo aquello estaba en proceso de elaboración, todos sabíamos que él y su partido eran portadores de determinados planteamientos.
Había una numerosa intelectualidad progresista, que investigaba y escribía sus conclusiones. Hubo una polémica interesante en torno al carácter de la revolución dominicana, unos partidarios del socialismo al instante y otros, de llegar al socialismo a través de la revolución democrática y nacional.

Cuando el Partido Comunista Dominicano respaldó las leyes agrarias del Balaguer de los doce años, argumentó aquel paso y hubo que debatir con ellos.

Juan Bosch elaboró una tesis que abandonó poco después, pero la lanzó al ruedo y se discutió en torno a ella, la de la dictadura con respaldo popular.

 

Luego, bajo la égida del doctor Peña Gómez, los perredeístas se asociaron a una doctrina internacional, la social democracia.

Jacobo Majluta, que no era muy dado a teorizar, escribió y publicó su libro La Ideología de la Eficiencia.

Hoy, con con muy pocas excepciones, los líderes y las organizaciones políticas discuten los problemas del día a día, debaten el hecho, pero sin análisis que lo trasciendan. Sin diferencias doctrinarias ni argumentos basados en principios doctrinarios.

De la antigua intelectualidad de izquierda ya quedan pocos leales a sus ideas. Y, hoy, con tanta información al alcance, no se ven los jóvenes reemplazos que logren superarlos.

No, al retorno al dogmatismo y al culto a la palabrería, que afectó a muchos en otros tiempos

. Pero aquella consigna de: Volver a los Clásicos, parece de nuevo cobrar vigencia. Porque son los líderes más lúcidos del movimiento de izquierda, los que deben sentirse principalmente emplazados a hacer el aporte a la elevación de la calidad del debate.

Tamaño compromiso. Un paso práctico vale más que una docena de programas, dijo un genio, pero otro genio de la teoría y de la práctica, sentenció tajantemente que sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario.