Las oportunidades están ahí, nos sobrevuelan, esperando a que les abramos una puerta, una ventana, un resquicio, lo que sea.
Hace unos cuantos años escuché estas palabras en una conferencia y se me quedaron grabadas. Me di cuenta que estaba tan centrada en encontrar y lograr aquello que creía era lo más adecuado para mí, que estaba totalmente cerrada a que llegara lo que me sobrevolaba como una oportunidad. ¿Y saben lo que pasa cuando no abrimos esa puerta? Que la oportunidad se va a otro lado, a otra persona.
Con esto quiero decir que debemos tener la mente abierta, dejar abiertas las posibilidades a que lleguen las cosas, dar la opción a aquello que ni siquiera imaginamos que puede ser lo indicado para nosotros.
De esta manera tendremos un abanico de opciones que nos llevará a lugares que, sean o no exitosos, serán los que estaban destinados a que viviéramos esa experiencia que se va a convertir en un avance, siempre.
Decir, “eso no es para mí”, es la forma de cerrar algo que no sabemos cómo va a prosperar. Ver a otros y decir, “ojalá eso me pasara a mí”, es la forma de haber regalado una oportunidad por tener las puertas cerradas.
Hay tantas y tantas cosas por hacer, en este camino he descubierto que soy capaz de realizar cosas que nunca hubiera imaginado, he encontrado aptitudes en mí que nadie esperaba y he llegado a lugares que me han convertido en una persona feliz. No subestimen lo que son, lo que son capaces de hacer porque hasta que no lo intentan, no lo saben.
Ahora, si se empecinan en esa zona de confort que controlan, estarán perdiendo un mundo de oportunidades que se irán a otro lado y, siempre, habrá quién sí sepa aprovecharlas.