El Premio Nacional de Periodismo otorgado este año al profesor Rafael Núñez Grassals constituye un acto de justicia, por los merecimientos acumulados a través de su larga trayectoria profesional apegada a los más estrictos principios éticos.
Núñez Grassals no es un hombre fácil. Es intransigente en sus convicciones y ha demostrado que puede sufrir perjuicios personales a cambio de mantener incólume la vigencia de las verdades en las que cree. Por eso se ha ganado el reconocimiento de todos cuantos le tratan, ya sea en su propia cancha o en la ajena.
En algunos pasajes de nuestras respectivas vidas dedicadas al oficio periodístico, hemos caminado, Núñez Grassals y yo, por aceras diferentes. Pero en ningún momento hubo ofensas ni malquerencias que agrietaran una relación de nobleza, gallardía y respeto.
El premio otorgado por el Ministerio de Educación y el Colegio de Periodistas no ha podido ser más justo ni más merecido. Reciba, pues, las más sinceras felicitaciones de quienes le conocemos, le valoramos y le tenemos como ejemplo de integridad innegociable.