República Dominicana ha entrado en un proceso de reforma. Como es de esperarse, ese camino se recorre dialogando, consensuando y decidiendo.
Las reformas implican discusiones, y estas requieren inteligencia emocional. Los que se manifiestan a favor y los que están en contra suelen tener sus argumentos; lo importante es saber distinguir cuándo las posiciones adoptadas se inspiran en la búsqueda del bien común.
Actualmente, tenemos sobre la mesa propuestas de reforma constitucional sin crisis, del Código de Trabajo, y de la burocracia estatal.
Se espera también la presentación de una reforma tributaria, completando así la reforma fiscal integral.
El Poder Ejecutivo ha planteado sus propuestas para que la discusión institucional se traslade al Congreso Nacional.
Entramos ahora en la etapa de diálogo y debate. Cada sector podrá presentar sus puntos de vista en el escenario ideal para estos debates: el Congreso Nacional.
Corresponde a nuestros legisladores abrir esos espacios de discusión democrática y a la clase política tomar decisiones, escuchando el latido del corazón de la población.
Sin embargo, es deseable que lo hagan sin caer en el populismo, ya que no siempre las soluciones más necesarias son las más agradables.
En la actualidad, la institucionalidad dominicana y la economía no están en crisis, lo que puede hacer más difícil impulsar las reformas.
Como en la medicina preventiva, lo inteligente sería tomar medidas para evitar futuras convalecencias.
Reiteramos que las discusiones deben tener como norte la búsqueda del bien común, aunque se discrepe sobre los caminos que deben recorrerse para alcanzarlo.