Cada vez que se da a conocer que algún oficial encargado de perseguir al narcotráfico es sorprendido en complicidad con los delincuentes, cae sobre ellos el peso de la indignación nacional.
Pero, triste es decirlo, la sociedad permanece indiferente cuando uno de esos mismos oficiales, rodeado de tentaciones aparentemente irresistibles, cumple con su deber y deja claramente delimitados los terrenos del bien y del mal.
Un caso reciente ilustra lo que digo: el mayor de la Fuerza Aérea Dominicana Reynaldo Mateo Santos rechazó un soborno de un millón de pesos que se le ofreció para una operación ilícita de narcotráfico, en el fronterizo pueblo de Pedernales.
Algunos dirán que el mayor Mateo sólo cumplió con su deber, pero a mí me parece que su acción va mucho más allá, y que casos como éste deben ser publicitados para que todo el mundo los conozca y aplauda a su protagonista.
Es más, me atrevo a sugerir, con todo respeto, al Presidente de la nación, que considere el ascenso a favor del mayor Mateo, porque hombres así hacen renacer la fe en la República.