No he vivido nunca la experiencia de ver un oasis en el desierto, pero me lo imagino todo lleno de palmeras y fuentes de agua refrescante, aunque en medio de la ardiente arena bañada por el candente sol.
Pues bien, ya no tengo que ir al Sahara para verlo. Lo encontré la semana pasada aquí, en el ensanche La Fe, de esta capital, donde funciona gratuitamente el centro de vacunación del Programa Ampliado de Inmunizaciones, dirigido con la máxima eficiencia por el doctor Garib.
Acudí a ese sitio en busca de un Certificado Internacional para demostrar que me vacuné, y quedé maravillado por el servicio que recibí de un personal con buena educación y alto profesionalismo, sin la informalidad ni la cháchara que uno está acostumbrado a ver en la mayoría de las oficinas públicas.
Me llamó la atención, especialmente, el orden y la limpieza imperantes. Casi se podría decir que los pisos se ven tan higiénicos e impecables que hasta se atrevería uno a comer sobre los mismos.
Por eso digo que llegué a un oasis, en medio de tanta suciedad que nos rodea, en medio de tanta gente grosera que, detrás de la ventanilla, cree que nos está haciendo un favor, y en medio de tanta improvisación y descortesía.
Felicito sinceramente al doctor Garib y al magnífico equipo humano que ha logrado preparar para acompañarlo en tan importante servicio público.