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Un Nobel de esperanza y libertad

El pasado viernes Latinoamérica y el mundo amaneció con la agradable y estimulante noticia de que a María Corina Machado, líder de la oposición política venezolana, se le había concedido el prestigioso Premio Nobel de la Paz en su edición 2025.

María Corina es una mujer de carácter, de firmes convicciones democráticas; es aguerrida, perspicaz, aguda y, por su fortaleza de espíritu y resiliencia, ha unificado a los más diversos sectores venezolanos en el propósito de lograr un cambio de régimen que permita el restablecimiento de las libertades públicas y de los valores democráticos e institucionales.

Maria Corina llegó en 2011 a la Asamblea Nacional en calidad de diputada y como una directa opositora al gobierno de Hugo Chávez. Sus enfrentamientos fueron públicos, cuestionaba el modelo socialista que había desarrollado un implacable proceso de expropiación de tierras y empresas, llevando a miles de emprendimientos privados al cierre.

Ese contexto, donde se mostraban las primeras impresiones políticas y sociales de María Corina, era coincidente con un nuevo aumento en los precios internacionales del petróleo que, como en 2008, llevó la cotización a superar la barrera de los 100 dólares el barril. Con este nuevo ciclo de aumentos, bordeando los 120 dólares, el Gobierno venezolano recibió un momentáneo oxígeno económico, que permitió sortear las debilidades del esquema socialista implantado desde el Palacio de Miraflores, aminorando significativamente el ataque y la disidencia de los opositores.

Corría el año 2012, la oposición fallaba en un nuevo intento por despojar al chavismo del poder, María Corina fundaba su partido Vente Venezuela, los planes sociales gubernamentales, con el apoyo del dinero del petróleo, se extendían por todos los territorios de la tierra de Bolívar, mientras el líder del movimiento, apoyado por sus aliados cubanos, luchaba contra una agresiva y silenciosa enfermedad cancerígena.

El socialismo del siglo XXI
El sociólogo alemán, Heinz Dieterich Steffan, planteó en su libro de 1996, “El socialismo del siglo XXI”, una alternativa ideológica al neoliberalismo, con democracia participativa.

El concepto de Steffan se orientaba sobre una economía basada en el valor del trabajo y no en la ganancia de capital. Empero, no fue hasta el 2005 que este concepto, modificado, ajustado más al socialismo clásico marxista leninista y tropicalizado al son de la Revolución cubana de Fidel Castro, apareció con fuerza e insistencia en voz del carismático y extinto líder venezolano Hugo Chávez.

La llegada al poder de Chávez en 1999, supuso el inicio de un nuevo ciclo político y social para el pueblo venezolano. Su discurso contenía los ingredientes del liderazgo autocrático que con tanta precisión, elocuencia y exactitud describe Moisés Naím en su libro, “La revancha de los poderosos”, contenía las “tres p”: era polarizante, populista y con un alto grado de posverdad.

Tras el fallecimiento de Hugo Chávez en 2013, su sucesor, Nicolás Maduro, ha continuado en el poder a costa de muertes, represiones, de presos políticos, de millones de venezolanos que se han visto compelidos a abandonar el país; de vulnerar la voluntad popular, como se evidenció en las elecciones de julio del pasado año, cuando millones votaron por un cambio gobierno sin lograr, hasta el momento, ese legítimo propósito cívico.

El deterioro y la degradación en la vida económica y social venezolana es conocida mundialmente. María Corina ha jugado un rol de estelaridad por su valentía y fuerza, convirtiéndose en la esperanza de millones de ciudadanos que buscan afanosamente el modo de revertir esta calamitosa situación.

En las primarias de 2023 obtuvo un respaldo cercano al 94 % de los votos y, fruto de la confrontación y de la coacción oficialista, fue inhabilitada políticamente para participar en las elecciones que tuvieron lugar el pasado año.

A pesar del atropello institucional, esto no fue óbice para presentar a Edmundo González como candidato presidencial de la oposición y ganar ampliamente, esto por la presentación de pruebas por parte de la campaña de González y Machado y, unido, a su vez, a la inconsistencia mostrada por el gobierno que se negó en todo momento al legítimo reclamo de la comunidad internacional que exigía la presentación de las actas que “validaban” su triunfo.

María Corina se ha mantenido impertérrita en su lucha desde la clandestinidad, con los peligros que supone desafiar a un régimen que ha violentado todos los preceptos institucionales.

María Corina como mujer, como hija, madre de 3 y, fundamentalmente, como venezolana, promueve una transición pacífica hacia la democracia.

Esta conducta vertical le ha valido amplios y merecidos reconocimientos en el ámbito de los derechos humanos, como el premio Václav Havel; la selección entre las 100 mujeres más influyentes en el listado elaborado por la BBC, como otras tantas condecoraciones que le inyectan nuevos aires y estímulos a su lucha por la liberad y el renacer del pueblo venezolano.

Jefes de Estado, políticos, empresarios y ciudadanos comunes de todo el mundo han recibido con beneplácito este honroso reconocimiento de trascendencia global, para una mujer que dignifica y ejemplifica los más nobles valores morales de un pueblo que merece mejores oportunidades.

Y mientras el mundo reconoce la gallardía de María Corina, paralelamente se consolida la rigurosa y severa política estadounidense frente a los carteles de la droga en el Caribe, colocando al gobierno de Maduro en una precaria situación.

La lucha contra el régimen venezolano es el resultado del coraje, de la resistencia y la firmeza; valores que, hoy por hoy, tienen el rostro de mujer.

María Corina Machado personifica la esperanza de la libertad de un pueblo que debe, a través de su pasado más luminoso, reconectarse con un futuro más promisorio, como lo estableció el compositor venezolano Vicente Salias en 1810, con las letras que, con posterioridad, convirtió en el símbolo sonoro de la hermana Venezuela: ¡Gloria al bravo pueblo!

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