
Vivimos, es una primera y muy generalizada reflexión, en un mundo en el que se multiplican peligros tan devastadores como indeseados.
Grotescos malentendidos, soberbia, ignorancia, violencia, injusticias, situaciones de toda índole que desbordan el horizonte y aterran la existencia.
Un frío recuento de realidades de diversa naturaleza nos revela que se han perdido muchos espacios del mundo que nos era familiar y cuyas claves nos eran evidentes.
Diversos escenarios han sufrido transformaciones que, en muchos casos, se podrían calificar como aterradoras. Deambulamos en ámbitos y espacios de sombras donde la realidad se desdibuja y pervierte de manera creciente.
Lo que denominamos sentido común ha sufrido mutaciones radicales. Hace unos días accedí a un extenso y bien documentado reportaje sobre situaciones llamativas o predominantes en diversas ciudades estadounidenses y europeas y, debo confesarlo, mi sorpresa fue abrumadora. Ámbitos alguna vez hermosos y realidades que en otros tiempos se nos figuraban tan amables, ahora nos colmaron de angustia, sorpresa, rechazo y asombro.
Observamos los avances de una degradación creciente y quizás incontrolable. Escenarios que en otros tiempos nos colmaban de admiración y asombro, ahora nos ensombrecieron los ánimos.
Se multiplican los horrores en tanto escasean los ámbitos que, alguna vez, nos resultaban acogedores… Si cuanto observamos con ojo crítico por varias horas y días es cierto, bien puede afirmarse que vivimos en una oscura realidad que se extiende desde la condición humana hasta extremos inimaginables del panorama. Leer las noticias, o ver reportajes de calles, ciudades y escenarios desbordados de personas en su nueva y oscura cotidianidad, es sencillamente desalentador.
Predomina en muchos lugares una ignominia y una degradación crecientes que, en otros momentos, intuíamos como realidades de excepción.
Ahora, el miedo, lo sombrío, la oscuridad, el caos, la anarquía, el crimen y el abandono parecen apropiarse de todos los lugares. Uno asimila con dificultad las informaciones que nos llegan por diversas vías y cuanto nos resta es un amargo desconcierto.
En todas partes se generaliza una degradación no sólo de los escenarios y ámbitos que una vez admiramos y que ahora nos lucen oscuros y peligrosos.
Y ni qué decir de lo que André Malraux calificaba como “la condición humana”. Atravesamos, al parecer, por uno de sus momentos más difíciles y complicados: violencia, ira, muerte, confrontaciones espantosas, graves enfermedades de origen desconocido marcan la pauta.
Las grandes naciones parecen orientarse a situaciones que ponen en grave riesgo el mundo en que vivimos y a la humanidad. Predominan la arrogancia, la violencia, las peores opciones, aquellas en las que se percibe soberbia y deshumanización y una incomprensión devastadora de cuanto somos.
Estos son momentos de mucha confusión, distorsiones y peligros.
Y, peor aún, no se vislumbran en el horizonte indicios de cambios esenciales. Predominar por todas partes la oscuridad y el desconcierto. Quiera Dios y logremos librarnos de un desastre de proporciones apocalípticas que podría afectar gravemente a toda la humanidad…