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Un mundo complicado y una gran tragedia al acecho

Roberto Marcallé Abreu
📷 Roberto Marcallé Abreu

Vivimos o coexistimos, es una primera y dominante impresión, en un mundo de dificultades y complejidades crecientes en el que se multiplican los peligros y los temores a alternativas imprevisibles.

Agrias diferencias, malentendidos absurdos, soberbia, ignorancia, violencia, injusticias, situaciones y problemas lamentables y de toda índole que desbordan el horizonte y aterrorizan la existencia colectiva. Escenarios alguna vez familiares y amables han sufrido cambios drásticos y ahora se nos figuran tan incomprensibles como irreconocibles.

Un frío recuento de realidades y problemas de diversa naturaleza descubriría que, progresivamente, ha ido desapareciendo el mundo que nos era familiar y conocido. Los escenarios han sufrido transformaciones que en la casi generalidad de los casos se podrían calificar como absolutas. Son multitud quienes se sienten deambular en un ámbito de sombras donde la realidad se oscurece de manea creciente.

Lo que denominamos sentido común, ha sufrido transformaciones en muchos casos radicales. Un día de estos accedí a un extenso y bien documentado reportaje sobre situaciones llamativas o predominantes en diversas ciudades estadounidenses y, debo confesarlo, mi sorpresa fue abrumadora. Ámbitos alguna vez hermosos y placenteros y realidades que en otros tiempos se nos figuraban amables ahora nos colmaron de angustia, sorpresa y asombro.

Observamos, angustiados, los avances de una degradación creciente. Situaciones que, en otros tiempos, nos colmaban de admiración ahora nos ensombrecieron los ánimos.

Se han multiplicado las situaciones indignas y escasean las que, otras nos resultaban acogedoras y enaltecedoras… Si cuanto observamos con ojo crítico por varias horas es cierto, bien puede decirse que padecemos una oscura realidad que se extiende desde la condición humana hasta extremos inimaginables.

Leer las noticias, o ver reportajes de calles, ciudades, escenarios desbordados de personas en su cotidianidad, es sencillamente tan repugnante como desalentador. Predomina una ignominia creciente en muchos ámbitos que en otros momentos valorábamos con asombro y admiración.

Ahora, el miedo, lo sombrío, la oscuridad, el caos, la anarquía, el crimen y el abandono parecen apropiarse de todos los lugares.

Uno lee con detenimiento las informaciones que nos llegan por diversas vías y cuanto nos resta es un oscuro y deplorable asombro. En todas partes predomina una degradación no solo de los escenarios y ámbitos que una vez admiramos y que ahora nos lucen degradados, oscuros y peligrosos.

Al parecer, la humanidad atraviesa por uno de sus momentos más difíciles y complicados. Actitudes incongruentes, violencia, ira, muerte, confrontaciones espantosas, mortales, predominan por doquier.

Las grandes naciones parecen orientarse a situaciones que ponen en grave riesgo el mundo en que vivimos y a la humanidad toda. Predominan la arrogancia, la violencia, las peores opciones, aquellas en las que se percibe la soberbia, el falso orgullo, la deshumanización.

Estos son momentos de mucho peligro. No se vislumbran indicios de que vayan a imponerse normas y conductas que nos han permitido alcanzar los niveles más altos de civilización, paz y armonía en la convivencia de los conglomerados humanos.

Estos son momentos en los que parece predominar la oscuridad. Quiera Dios y logremos librarnos de un desastre de proporciones apocalípticas que afectará gravemente a toda la humanidad.

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