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Un luto tan profundo que corroe el alma

Luis Garcia Por Luis Garcia
Un luto tan profundo que corroe el alma
📷 Periodista Luis García

La sociedad dominicana vive uno de los lutos más profundos de su historia tras el colapso del techo de la famosa discoteca Jet Set que dejó como saldo la muerte de más de 120 personas, la mayoría de ellas jóvenes en pleno disfrute de vidas productivas.

Desde el momento en que se produjo la tragedia, la sociedad ha entrado en un proceso de reflexión expresado en una consternación poco común en demarcaciones que, como el caso de la ciudad de Santo Domingo, se caracterizan por el bullicio y la alegría.

De hecho, el propio escenario del lamentable acontecimiento, que era símbolo de alegría, música y baile, hoy se ha transformado en un espacio de duelo colectivo y homenaje para las víctimas.

Cada noche numerosas personas acuden, en actitud reflexiva frente al emblemático centro de entretenimiento, ubicado en la avenida Independencia, en el Distrito Nacional, para dejar flores, encender velones y dedicar mensajes en memoria de los fallecidos. Los asistentes, muchos sin conocerse, se confunden en prolongados abrazos en señal de dolor, reverencia a la memoria de los que partieron a la eternidad y en la búsqueda de consuelo. El luto ha sido tan fuerte que hasta corroe el alma.

El dominicano constituye un pueblo con una arraigada fe cristiana. La tragedia impactó tan profundamente en la población que hizo que al lugar fuera llevado el cardenal emérito y otrora arzobispo de Santo Domingo, monseñor Nicolás de Jesús López Rodríguez, de 88 años de edad, otorgando un simbolismo especial de significado para la sociedad dominicana.

Rara vez se le ha visto en una actividad pública desde que el 4 de julio de 2016 el papa Francisco le aceptó su renuncia al gobierno de la Arquidiócesis de Santo Domingo por motivos de edad y de conformidad con lo que establece la normativa canónica.

En lo adelante vendrán las investigaciones para determinar qué pasó, qué provocó la catástrofe. De un lado, especialistas de la Oficina Nacional de Evaluación Sísmica y Vulnerabilidad de Infraestructuras y Edificaciones procurará determinar las causas del fallo estructural; y por el otro, la Fiscalía del Distrito Nacional tendrá a cargo las pesquisas relativas a si hubo responsabilidad penal.

Familiares de víctimas han adelantado que procederán a incoar demandas contra los propietarios del principal centro de diversiones de la ciudad de Santo Domingo, un derecho que les asiste en una sociedad democrática.

Esto se comprende, porque un hecho de esa naturaleza no puede pasar sin que derive en correcciones y sanciones. Nadie puede negar que la sociedad dominicana marcha como barco a la deriva en muchos aspectos de la vida institucional; se trata de trabas que frenan nuestro desarrollo futuro.

Vivir en medio del caos institucional permanente, aunque beneficie a unos pocos, no puede continuar en la República Dominicana. Si ciertamente amamos nuestra Patria, hay que asumir que ha llegado el momento para introducir los cambios necesarios en la consecución de una sociedad más organizada y solidaria.

Estos días martilla en mis pensamientos el verso del escritor argentino Julio Cortázar: “Yo quiero proponerle a usted un abrazo, uno fuerte, duradero, hasta que todo nos duela.

Al final, será mejor que me duela el cuerpo por quererle y no que me duela el alma por extrañarle”. Aprovechemos, entonces, el momento de la dura tragedia para enrumbarnos hacia cosas buenas.

Y acercarnos más a Dios, en medio de la tormenta no resulta una mala idea para comenzar los pasos en ese sentido.

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