El repudio de la población al efímero traslado de Blas Peralta al Centro Correccional Haras Nacionales envió una clara señal a las autoridades, que quizá intentaron jugar al tradicional dicho de que aquí la gente olvida pronto.
Por lo menos esta vez no ha sido así y la reacción ante este tema es una muestra de que el asesinato de Mateo Aquino Febrillet ha dejado una herida difícil de curar.
Luego del intento fallido, lo que han hecho las autoridades es una profunda metida de ‘patas’ y cuando intentan sacarlas quedan más metidas. Próximo paso a seguir: enfocarse en aprender de los errores…