Estados Unidos ha cometido un exceso al definir oficialmente como dominicana para concederle una visa a la joven Juliana Deguis, cuando justamente una sentencia del Tribunal Constitucional le niega esa condición. Le otorgó la visa aún sin ésta tener un pasaporte.

No le corresponde a Estados Unidos estar concediendo alegremente nacionalidad de otros países.
El Gobierno dominicano no puede pasar ese incidente como un episodio anecdótico, pues la acción norteamericana no fue inocente y tiene implicaciones sobre la soberanía nacional.

Fue apenas el jueves cuando los abogados de Deguis le comunicaron a la Cancillería dominicana su intención de viajar a Estados Unidos y a poco más de 48 horas ya estaba en un aeropuerto con la visa de Estados Unidos y sin documento de viaje.

La premura de todo ese movimiento denota mala fe, lo cual se agrava si se toma en cuenta que se ejecutó instigado por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.

Ese accionar desdice mucho de quienes pretenden cuestionar a República Dominicana por actuar conforme a su derecho soberano de establecer su propia política migratoria.