Un diálogo necesario sobre las relaciones con Haití

Un diálogo necesario sobre las relaciones con Haití

Un diálogo necesario sobre las relaciones con Haití

La semana pasada cumplí con un compromiso contraído en octubre pasado: participé como comentarista en un evento del principal partido de la oposición en el que se analizaban los retos de nuestro país en sus relaciones internacionales.

Me pidieron que hablara en un panel que analizó estos retos respecto a Haití.

Predeciblemente, en el evento se presentó un grupo de personas que se dedicaron a interrumpir a los comentaristas haciendo las típicas y ya gastadas acusaciones de traición a las que nos tiene acostumbrados la ultraderecha.

Quizás el único elemento nuevo es la inclusión de un velado mensaje antisemita con la mención constante de George Soros.

Los organizadores del evento mostraron desde el primer momento su preocupación y desconcierto con esta situación, de la que no fueron partícipes.

En realidad, sus explicaciones eran innecesarias, porque estas personas aparecen en todos los lugares donde se discute el tema, muchas veces a contrapelo de la voluntad de sus huéspedes. La responsabilidad por sus actos es solo suya.

Ahora bien, ¿qué buscan con este proceder? Es más sencillo de lo que parece: impedir que los dominicanos discutamos las relaciones domínico-haitianas. Con esto ayudan a evitar que en el país haya un debate racional sobre ellas, con el marcado propósito de pescar en aguas revueltas.

Ya me referí a ello en marzo del año pasado en mi artículo “Las pagas de la xenofobia”. Unos meses más tarde me referí a la otra cara de la moneda. En “Migración, frontera y debate público” señalé que los sectores liberales en ocasiones también caricaturizan a quienes no están de acuerdo con ellos.

Es cierto que en el país existe ultraderecha, pero no todos los que difieren de nosotros pertenecen a esa categoría.

Como corresponde al señalar estas cosas, es importante hacer el mea culpa de admitir que uno también ha caricaturizado.

Así lo hice el viernes pasado, porque es lo correcto, pero también porque es la única forma de contribuir a romper el círculo vicioso que nos impide entendernos y que solo beneficia a los que se apoyan en el griterío ultra.

Si los demás dominicanos logramos escucharnos por encima del escándalo de unos pocos nos daremos cuenta de que conservadores, liberales y moderados tenemos muchas cosas en común en este tema.

Hay diferencias fundamentales, pero suficientes puntos de encuentro para poder dialogar.

Eso es lo que asusta a los ultras, y es lo que están dispuestos a evitar a toda costa.



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