Un dedo de Rainieri mojado en saliva lo guió a la pista aérea más exitosa

Un dedo de Rainieri mojado en saliva lo guió a la pista aérea más exitosa

Un dedo de Rainieri mojado en saliva lo guió a la pista aérea más exitosa

Este dedo, pero empapado de saliva, fue usado por Frank Rainieri como veleta en los inicios de Punta Cana.

Santo Domingo.-Si usted piensa que con un dedo humedecido en saliva no se pueden hacer muchas ni grandes cosas, comete un error.

Según el empresario turístico Frank Rainieri, lo que hoy es la principal pista de aterrizaje del país y de gran parte de su entorno geográfico, la de Punta Cana, inició de manera rudimentaria con este procedimiento cuando el extremo oriental era monte, culebras, búcara, mosquitos y cocoteros.

Esto significa que el aeropuerto de más tráfico empezó como una obra artesanal. Y la promovió un administrador de negocios que dejaba jirones de su vida en la carretera, desde Otra Banda al punto más oriental del país, por caminos propios para bueyes.

El aeropuerto de Punta, el más utilizado en el país.

Se puede escribir, sin ser un cómico ni exagerar, que entre los recursos utilizados estuvieron un poco de saliva y uno de los dedos de la mano derecha del que ahora es un magnate del turismo en el país.

Había que trabajar
Rainieri había estado en la dirección de una compañía de fumigación aérea con su centro de operaciones en la subregión del Cibao Oriental y por lo visto este negocio lo había familiarizado con recursos de emergencia, utilizados para determinar algunas condiciones ambientales importantes para volar pequeños aviones.

“En el año 66 mi hermano Luis comienza una pequeña empresa con dos tractores y una pequeña avioneta de fumigación, y mi madre me dijo que me fuera a trabajar en la tarde mientras seguía mis estudios en Apec en la mañana. Mi mamá siempre fue el motor de la familia”, refiere Rainieri.

Reunido con los periodistas Ányelo Mercedes, Miguel Febles y José Monegro en su oficina de Puntacana, en el extremo oriental de la provincia La Altagracia, cuenta la forma en que determinó la dirección del viento en un día cualquiera del año 1970, cuando se disponían a hacer una pista de tierra en lo que en ese tiempo era conocido como Yauya y Punta Borrachón, indistintamente.

En la certidumbre del que todavía ve el momento en que se disponían a desbrozar y despejar una franja, bastante larga como para permitir un aterrizaje, Rainieri se mete el dedo índice de su mano derecha en la boca y lo expone al aire para mostrar la manera en que decidió cómo debía estar orientada la trocha.

Levantó el dedo húmedo y dijo: “se secó de este lado, de por ahí es que viene el viento”. Ahí empezó todo.

Con un acto ejecutivo descrito con entusiasmo en su escritorio, un viernes frente a periodistas, está el origen de la pista que con el tiempo ha venido a ser la de más tráfico aéreo del país y una de los diez con más vuelos de Latinoamérica.

El destino, el terco
Antes de vérselas con la aventura económica de Punta Cana, Frank Rainieri tuvo uno de esos encuentros fortuitos que conectan condiciones personales y a partir de entonces no hay manera de hacerse a un lado.

Al país llegaron unos “americanos” que buscaban un lugar para hacer una escuela de marinos mercantes, refiere cuando se le insiste en que explique cómo y cuándo se le ocurrió irse a un punto deshabitado, plagado de mosquitos y jejenes, con “búcaro” y “diente de perro” por todas partes (así era conocido el coral petrificado que abunda en esa parte de la provincia La Altagracia).Los extranjeros se habían fijado en La Gina, un lugar de Sabana de la Mar, pero Joaquín Balaguer —el Presidente entonces— tenía el plan de un asentamiento agrícola y les negó el paraje para la escuela.

El destino seguía jugando su partida, porque sobrevolando las costas dieron con una gran extensión de tierra en el extremo oriental del país e indagaron qué había allí. La búsqueda para establecer una escuela de marinería mercante resultó en una operación inmobiliaria de 250 mil dólares por 93 mil tareas deshabitadas.

Cuando los “americanos” compraron la tierra trajeron a uno de los suyos para que se encargara, pero su carácter estaba orientado hacia ciertos placeres de la vida, y como carácter es destino —esta sentencia es de Heráclito, no de quien firma esta nota—, pronto el suyo lo arrastró hacia algunos intereses que lo mantuvieron alejado de los mosquitos, el fango del camino, los jejenes y la despoblación de un lugar desde el cual se llegaba más fácil a Puerto Rico que a la capital dominicana.

El viento sopló, el sudor corrió y un día Punta Cana deslumbró y fue próspera, hoy con autopista, ayer inadsesible. Pero afirma Rainieri que el dinero empezó a derramarse tras 22 años de trabajo.

Puerto Plata

— Una mirada técnica
¿Por qué fracasó Puerto Plata en los años 70? Frank Rainieri tiene una respuesta simple y sin embargo complicada. A esto se le denomina paradoja. Simple: el dinero era del Banco Central. Complicado: el plan carecía hoteleros.

Un hito

1969 Finales de octubre.
En este tiempo empezó a concertarse la operación inmobiliaria que dio origen a un polo turístico icónico.

Cuando la temperatura sube y seca las gargantas
La hora. La operación inmobiliaria de la que surgiría Punta Cana empezó a finales de octubre de 1969.
En 1970 los inversionistas llaman al “americano” para que les informe de lo que estaba pasando y él, a su vez, invita a Rainieri, entonces con 24 años y empleado de la compañía, para que estuviera a su lado en la hora del examen.

Cuando empiezan las preguntas el hombre no tenía respuestas y quien las daba era el joven dominicano.
El destino había hecho su trabajo y empezó a darle a cada cual la retribución por la inversión de talento. Lo otro es la historia.



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