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Un daño irreversible

Nassef Perdomo Cordero Por Nassef Perdomo Cordero
Nassef Perdomo Cordero
📷 Nassef Perdomo Cordero, abogado.

Cuando en febrero del año pasado encontraron el cuerpo vejado de Paula Santana, una joven aspirante a azafata, la opinión pública reaccionó indignada.

Días después, el Ministerio Público solicitó la aplicación de medidas de coerción contra dos de sus compañeros de trabajo: Joaquín Hidalgo Marte y Alex Cruz Díaz. A ambos les fue impuesta la prisión preventiva.

Pasados siete meses, el propio Ministerio Público solicitó el archivo del caso porque no había encontrado pruebas suficientes contra ellos. En los últimos días de la semana pasada se confirmó lo que ya era aparente: son inocentes.

Lo sabemos porque el Ministerio Público arrestó a Junior Lazarito Sánchez Martínez quien, según el órgano acusador, confesó el crimen. Independientemente de que las confesiones no hacen prueba, es claro que lo que hoy afirma el Ministerio Público es incompatible con la responsabilidad de los dos acusados originales.

Y parecería que para ellos este es un final feliz, pero no es el caso.
Lo sabemos porque ambos ofrecieron declaraciones a la prensa en las cuales relatan no sólo los sufrimientos de su prisión injusta, sino el peso del estigma que hoy cargan.

Han afir mado que son rechazados por la sociedad y que ni siquiera han podido reincorporarse a la vida productiva. Nadie les da trabajo porque ellos aún son, a la vista de muchos, dos asesinos. Es muy probable que, incluso quienes crean en su inocencia, considerarán imprudente ofrecer trabajo a dos hombres que pasaron por la cárcel.

Es decir, Joaquín Hidalgo Marte y Alex Cruz Díaz sufren el precio de una condena social determinada por las acciones de un Ministerio Público que se precipitó en señalarlos en la prensa como responsables de la muerte de Paula Santana Escalante.

Sufrieron un trato que dañó una presunción de inocencia que, como se ha podido comprobar, terminó siendo un hecho.

Fueron presos preventivos, fueron expuestos ante la sociedad como responsables de un crimen horrendo, perdieron sus trabajos y ellos y sus familiares han tenido que cargar con el peso de la incertidumbre y el estigma.

Joaquín Hidalgo Marte y Alex Cruz Díaz son dos ejemplos vivientes de la necesidad de detener la aplicación de la justicia como espectáculo. Esa práctica creó dos víctimas adicionales del crimen, sin contar a sus familiares, y nos arriesgó a que el verdadero homicida quedara impune. No debe ser.

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