Un atentado a la bandera

Un atentado a la bandera

Un atentado a la bandera

German Marte

Este artículo va dirigido a los come arroz, aunque lamentablemente no lo leerán, porque sus mentes están en otra cosa.

Veo a muchos, empezando por los autodenominados “nacionalistas”, batallando contra molinos de viento y otros temas irrelevantes, mientras pierden de vista una auténtica amenaza contra “la bandera dominicana”, que, como sabemos, tiene tres ingredientes básicos: arroz, habichuela y carne.

Y pienso entonces que tenía razón el dramaturgo alemán Bertolt Brecht cuando afirmó: “el peor analfabeto es el analfabeto político. El que no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El que no sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o de las medicinas, dependen de decisiones políticas”.

Pienso que esta afirmación del alemán cae como anillo al dedo a propósito de la situación que se avecina para nuestros arroceros, quienes con sobrada razón hoy pegan el grito al cielo al ver que se aproxima la entrada en vigencia del acápite del Tratado de Libre Comercio conocido como DR-CAFTA que permitiría la importación de arroz desde Norteamérica libre de todo impuesto.

Como si la espada de Damocles pendiera sobre sus cabezas, los arroceros temen desaparecer en el mediano plazo. Yo también estaría muy preocupado ante esta amenaza.

Pero resulta que cuando en 2003 se habló de esta zona de libre comercio entre El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Estados Unidos y a la cual, a último minuto, se adhirió República Dominicana (de ahí DR-CAFTA, por sus siglas en inglés), a muy pocos les interesó lo que eso implicaba. No entendían. El acuerdo fue firmado en enero de 2004 y entró en vigencia en 2006.

La masa de “analfabetos políticos” ni se inmutó cuando pequeños grupos de izquierda y algunos intelectuales progresistas levantaron sus voces en contra de ese acuerdo tras advertir que el mismo ponía en riesgo a sectores productivos nacionales, como el de los arroceros, que genera más de 300 mil empleos. Comparaban ese tratado como un negocio entre un enorme tiburón (EE. UU.) y un cardumen de sardinas. Pero las masas seguían sin entender ni hostia.

“Vamos a tener productos baratos, carros fabricados en Estados Unidos a precios inigualables, casi regalados”, decían quienes abogaban por el acuerdo. Y gran parte del pueblo se tragó esa píldora.
No faltaron aplausos para la hoy embajadora dominicana en Washington, doña Sonia Guzmán, cuando fue a última hora a firmar el acuerdo sin prácticamente poner ninguna condición. Craso error.

Así como no hay almuerzo gratis, tampoco hay plazo que no se cumpla. Y lo que en principio se veía muy lejano (20 años) ya está a la vuelta de la esquina.

Consciente de esta amenaza para la seguridad alimentaria y para el aparato productivo nacional, el presidente Luis Abinader dijo que su gobierno protegerá a los arroceros, pero ya Estados Unidos advirtió que no hay posibilidades de renegociar unilateralmente este asunto firmado entre todos. Estados Unidos subsidia a sus productores.

Ya lo saben los indiferentes, quienes odian la política: es posible que pronto puedan comprar arroz de mayor calidad, y más barato que el criollo, pero luego -irremediablemente- se verán obligados a comprarlo a precio made in USA, si es que pueden, y si no, a comer… piedra.



German Marte

Editor www.eldia.com.do