Un adiós tormentoso y "mágico" para Alex Rodríguez

Un adiós tormentoso y «mágico» para Alex Rodríguez

Un adiós tormentoso y «mágico» para Alex Rodríguez

New York Yankees' Alex Rodriguez holds a signed base as he stands with his mother, Lourdes Navarro, right; his daughters, Nartasha and Ella; and other family members before his final baseball game as a player, against the Tampa Bay Rays at Yankee Stadium in New York, Friday, Aug. 12, 2016. (AP Photo/Kathy Willens)

NUEVA YORK.— Empapado por la lluvia, Alex Rodríguez preservó el buen humor en sus últimos momentos con un uniforme como jugador de los Yanquis de Nueva York.

La muy precipitada ceremonia que el equipo le preparó el viernes para su adiós del Bronx había quedado desteñida por un aguacero y ráfagas de relámpagos, pero nada de eso perturbó al bateador designado de origen dominicano.

Pero no se puede quejar con el juego al disfrutar de los vítores de principio a fin, un hit adicional y poder defender la tercera base por última oportunidad.

“La fanaticada me enseñó algo que nunca olvidaré”, declaró Rodríguez tras la victoria 6-3 de sus Yanquis ante los Rays de Tampa Bay, su último ccon el equipo antes que le retiren del roster activo.

“Fue una noche mágica”. Luego que su homenaje terminó con un temporal, Rodríguez bateó un doble remolcador en el primer inning, poniendo fin a una seguidilla de 11 turnos sin dar hits. Tras el contacto nítido a una recta de 96 millas por hora de Chris Archer, entre el jardín derecho-central, la afición rugió.

Fue una noche cargada de nostalgia. Su adiós en el Yankee Stadium, en el mes de agosto, estuvo muy lejos de las elaboradas giras de despedida que la franquicia más valiosa y laureada del béisbol le ofreció a Derek Jeter y Mariano Rivera, mitos de la organización que se retiraron en el último lustro.

Con un promedio al bate raspando .200 y necesitado de cuatro jonrones para alcanzar el exclusivo club de los 700, el toletero de 41 años de edad —odiado y amado por igual— pudo al menos tener la satisfacción de un último juego en casa que contó con la presencia de su madre y dos hijas.

El legendario jonronero yanqui Reggie Jackson se encargó de acompañar a Lourdes Navarro, la madre de A-Rod. El panameño Rivera recibió tal vez la ovación más fuerte de la noche al ingresar al terreno junto a las hijas de Rodríguez, Natasha y Elle.

Cuando las gotas de lluvia arreciaron, al filo de las 7 de la noche, el acto adquirió tintes surreales. Todos se apuraban para cumplir con lo previsto, incluyendo la entrega de una almohadilla al número 13. Justo después que la voz de Paul Olden, el anunciador del estadio, retumbó por los parlantes al decir, “Alex, cumpliste 12 de tus 22 temporadas con los Yanquis”, el ruido fuerte de un trueno estremeció al estadio. Todo duró alrededor de 10 minutos.

Un cuarto de hora después, las nubes grises desaparecieron y un arcoíris apareció detrás del jardín izquierdo. La percepción generalizada era que los Yanquis no despedían a Rodríguez con todos los honores.

Lo estaban exiliando, por más que le asignaron hasta fin de año las funciones de asesor e instructor. Era su final en Nueva York dentro de una controversial trayectoria que incluyó una larga suspensión por dopaje, demandas y un campeonato de la Serie Mundial.

Relegado a la banca durante casi todo el último mes, el manager Joe Girardi puso a Rodríguez de titular en su alineación, como designado y tercero en el orden ofensivo ante Tampa Bay. Hasta lo último, Girardi se resistió a colocarle como defensor de la tercera base, pero el piloto tuvo un gesto en la parte alta del noveno. Con los 46.459 fanáticos que colmaron el estadio y que coreaban su nombre, A-Rod corrió hacia la antesala por primera vez en 15 meses.

Lo reemplazaron luego que el relevista Dellin Betances ponchó al primer bateador, para luego fundirse en abrazos con sus compañeros. Sentado en la cueva, se cubrió el rostro con una toalla, tratando de contener el llanto.

“Si fue su último juego, quería que fuera algo que nunca olvidase”, dijo Girardi con la voz entrecortados y los ojos llorosos. Cuestionado por no darle más protagonismo a A-Rod en los últimos días, el manager de los Yanquis defendió el legado de su pupilo: “Hay gente buena que toma malas decisiones”.

Tras el último out, Rodríguez corrió hacia el terreno para recibir el saludo de sus compañeros y se guardó un puñado de tierra del cuadro interior en su bolsillo. Sus hijas aparecieron para darle un brazo. “Me va costar quitarme este uniforme. Creo que lo acabaré usando en Navidad y Halloween el año próximo”, bromeó.

Fue su partido número 2.784 en temporada regular en las mayores dentro de una carrera que comenzó con Seattle en 1994, que siguió en Texas en 2001 y luego con los Yanquis a partir de 2004. ¿Seguirá activo con otro equipo? ¿Miami? Rodríguez no ha descartado la posibilidad. Nueva York le debe algo más de 7,1 millones de dólares en salario por lo que queda de este año y 20 millones para el próximo, en el que vencerá su contrato de 275 millones por 10 campañas.

“El béisbol tiene una manera peculiar de darte un toquecito en el hombro cuando menos lo esperas para decirte que se acabó. Estoy en paz conmigo”, dijo Rodríguez previo al partido. Tras su hit en el primer inning, Rodríguez falló con un rodado, se ponchó y bateó otro rodado al primer pitcheo de su último turno.

Al irse de 4-1 en la jornada, dejó en .200 su promedio en la campaña, con nueve jonrones y 31 impulsadas. A-Rod dijo sentirse a gusto con las circunstancias de su adiós, y hasta agradeció a Hal Steinbrenner, el actual patriarca de la familia dueña del club. “Con todas mis metidas de pata y lo mal que me porté, el hecho de que puedo salir por (esa) puerta, el que Hal me quiera como parte de la familia, eso es como batear 800 jonrones para mí”, zanjó.