Todos los gobiernos, de un tiempo a esta parte, hacen una copia al carbón de los planes y políticas turísticas heredadas.
Eso incluye la publicidad o promoción de las playas y balnearios tradicionales del país. Igual que en el pasado reciente, antes de que nos azotara la Covid-19, el Ministerio de Turismo pone sus esperanzas en los millones de turistas de todo el mundo que visitarán nuestro país en este y los próximos años.
En cambio, ¿quién en el gobierno y el Ministerio de Turismo piensa en políticas que conviertan, por lo menos a dos o tres millones de dominicanos en turistas internos, que se abracen con fervor a esa cultura de invertir en diversión y que por esa vía agreguen calidad de vida a través de visitas de ocio durante todo el año a los bellos y paradisiacos lugares que se ofrecen de manera muy especial a los turistas extranjeros?
Naturalmente, para que tengamos turistas internos hay que trabajar en el impulso de mejores políticas laborales, en el reajuste de los sueldos de los empleados públicos y privados, a todos los niveles; y de igual forma, hacer una revisión justiciera de la paga que al día de hoy reciben los envejecientes jubilados y pensionados.
De igual manera se tiene que aumentar la oferta de empleos formales, y sobre todo, hay que volcar parte del capital que invierten las carteras, agencias de viajes, hoteles y promotores del sector en una promoción que le abra el apetito a dos o tres millones de dominicanos para que se alojen, por lo menos en un fin de semana, a cuerpo de reyes, en un destino turístico de su elección.
Sin duda, eso dinamizaría no solo la economía y movilidad del sector, también hará un servicio importante a la necesidad de diversión y esparcimiento de la sociedad dominicana, tomando en cuenta el delicado periodo que atravesamos; y, sobre todo, invertir en el turismo interno propiciaría un verdadero encuentro con nosotros mismos. No es un sueño, pero vale la pena soñar.