Por: Homero Luciano
A raíz de la intervención militar de Estados Unidos en la República Dominicana en 1916, se gestó un movimiento de resistencia cívica contra ese oprobio, promovido por personalidades de la reconocida intelectualidad de principios del siglo XX en dicha nación.
Entre estas figuras se destaca Tulio Manuel Cestero Leiva, quien jugó un papel importante en la movilización de la opinión pública, tanto nacional como extranjera. En este sentido, enarboló un enérgico, inteligente y muy bien argumentado discurso en el que abogaba por el necesario respaldo de solidaridad internacional para lograr que las fuerzas interventoras se retiraran del suelo patrio.
Según consta en un documento de la época, desclasificado el 1 de agosto de 1958 por el Departamento de Estado bajo el título “La gestión en Sudamérica,” el escritor y diplomático Dr. Tulio Manuel Cestero Leiva revolucionó el estado de opinión de los pueblos en respaldo a la nación dominicana.
El documento en cuestión generó en la figura de Cestero una amplia cobertura de prensa que, aún hoy, da fe de la magnitud del hecho:
“Con la llegada a Santiago de Chile del distinguido dominicano Sr. Tulio M. Cestero, los principales diarios y revistas de la capital chilena se apresuraron a realizar entrevistas al reconocido enviado especial del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal. ‘El Mercurio’ y ‘El Diario Ilustrado’ publicaron los informes que sobre el caso de la República Dominicana les facilitara el Sr. Cestero (…)”
De estas y otras publicaciones de archivo, nos consta la indiscutible evidencia del sentimiento patriótico de Cestero, expresado no solo en el suelo patrio, sino también fuera de las fronteras territoriales, en las distintas naciones donde prestó servicio como representante dominicano en diversos cónclaves.
Su discurso se hizo notable por la visión latinoamericanista que lo distinguía como político e intelectual.
Bástenos la trascendencia manifiesta en su artículo “Meditación en el canal,” publicado el 5 de enero de 1921 mientras cruzaba el Canal de Panamá a bordo del buque Santa Lucía. En él, Cestero declara diáfanamente: “En América, una isla ha sido cosa transferible entre metrópolis rivales: Santo Domingo.
El azar de las armas en campos lejanos o las combinaciones diplomáticas la trasiegan de España a Francia o la olvidan como presa fácil a los ataques del inglés.”
De tal encumbrado artículo, su madurez política y elevado nivel profesional en letras quedaron demostrados.
En consecuencia, la opinión de algunos reconocidos intelectuales contemporáneos no se hizo esperar; estaban preocupados por las posibles consecuencias negativas que el activismo político de Cestero podría tener en su pensamiento y desempeño intelectual.
Al respecto, el reconocido poeta de la corriente modernista española Antonio Machado expresó: “Tulio Manuel Cestero artista es superior a Tulio Manuel Cestero político. (…) Y, al parecer no conforme aún, (…) al verlo en la ardiente arena de las pasiones partidaristas, abrazado al escudo de la intolerancia, diríase un fugitivo del Ágora extraviado en el tumulto de nuestras democracias. (…)” Machado, a modo de exhortación, concluye: “Rompa, pues, el joven escritor sus arreos militares, que no habrán de conducirle a la gloria, y encumbrando los vuelos de su ingenio por el país del arte, realice pronto nuevas peregrinaciones al Jardín de los Sueños.” (En la cuna de América, Revista de ciencias, artes y letras, 71, Año II, Santo Domingo, 1904).
Ha pasado el tiempo y, aunque desde una visión personal no comparto la opinión radical de Machado respecto al iluminado compatriota, puedo entender la preocupación del poeta español, dada mi comprensión actual de la obra literaria de Cestero. Sin embargo, no veo, como tampoco lo vio Cestero, la necesidad de subordinar el mérito de uno de sus roles al otro.
A tantos años de la fervorosa expresión de Cestero por la patria, su espíritu libertario y anti-anexionista sigue inspirándonos, no solo por el alto vuelo literario, sino también por la elocuencia enérgica del político que le permitió colocarse en el lugar correcto de la historia.
Cestero, con sagacidad inigualable, sobrevoló la cumbre del discurso literario a la misma altura que el discurso político. Supo llevar, en paralelo, el amor por las letras y el amor por la patria. Aunque quizás aún falte ser colocado en el merecido pedestal de los hombres excepcionales de Quisqueya, ¡salve, paladín de la patria, inmortal iluminado del Parnaso de las letras dominicanas!