Hoy he recibido uno de los consejos más valiosos de los últimos tiempos. Una amiga querida al escucharme preocupada por el futuro inmediato de mi hijo que empieza una nueva etapa, y por sentir que no es tan feliz como debiera me ha contestado que deje de valorar y medir su felicidad en base a lo que yo considero que debe ser, a lo que yo viví a su edad y me emocionaba y motivaba y comenzara a respetar su forma de ser feliz.
Eso me ha dejado muy pensativa y me he dado cuenta que es verdad, que tendemos a medir las emociones de los demás en función de lo que entendemos que debe ser en vez de entender la forma en que las viven y las manifiestan.
Siempre que no haya algún problema real hay que permitir que cada persona viva a su manera las cosas, habrá quienes lo expresen y lo compartan, otros más reservados que lo manejen internamente, otros que sean pausado y comedidos, y quienes tengan las pilas puestas en cualquier momento.
El punto es que no podemos imponer, manejar y querer que aquellas personas a las que amamos sean felices a nuestra manera, sino entenderles y acompañarlos, estar ahí si lo necesitan, pero en esencia dejarlos ser.
Si no lo entendemos el problema no está en ellos, sino en nosotros, en el concepto que tenemos armado en nuestra cabeza de lo que debe ser su vida, sin darnos cuenta de que es una decisión ajena. Y querer imponernos, al final solo lleva a infelicidad de ambas partes.
Acojo el consejo recibido con mucho entusiasmo y con el deseo de saber aplicarlo con sabiduría para acompañar a mi hijo en esta nueva etapa de la forma más positiva para él, dejando simplemente que lo viva.