Hace unos días la República Dominicana dio dos pasos públicos de acercamiento a la política exterior estadounidense: poner sobre el tapete el traslado de nuestra embajada en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén y el anuncio claro de limitaciones por razones de seguridad nacional a inversiones chinas.
Muy atinados y más en momentos previos a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del próximo 3 de noviembre. Lo anterior supone una apuesta del presidente Abinader por la reelección de Donald Trump ya que el candidato Demócrata no favorece ese acercamiento tan estrecho con Israel y ha sido criticado por su posición tibia ante una preponderancia china en el escenario internacional, sin descontar recientes acusaciones del New York Post sobre unos posibles negocios turbios del segundo hijo de Joe Biden con empresarios chinos.
A lo anterior debemos sumarle las más recientes declaraciones del Gobernador del Banco Central sobre como el excelente desempeño de las remesas que recibe nuestra nación ha sido el principal paliativo para amortiguar los efectos económicos de la pandemia; notando a su vez que poco más de un 80% de estos envíos proviene de los Estados Unidos.
Hablamos de 10.5% de crecimiento, año sobre año, al cierre de septiembre 2020. 556 millones de dólares adicionales, en plena crisis sanitaria, bajo responsabilidad de la economía de Trump. Si bien es un líder con muchas faltas e imperfecciones, uno de sus grandes logros ha sido el mejor desempeño económico en las últimas décadas y como, a su vez, esto ha permeado, boroneado, dirían en mi campo paterno de Bonao, en todas las minorías estadounidenses, incluyendo a los hispanos.
Estos de por sí, asumían bajo el presidente Obama en enero 2009 con un 10.1% en tasa de desempleo, luego tuvieron su peor momento en diciembre 2010 con un 13% desocupados y Donald Trump los llevo a un mínimo histórico de 3.9% en septiembre 2019.
Desde marzo de 1973, cuando el Buró de Estadísticas Laborales de EE.UU. comenzó a medir el desempleo hispano, nunca se había registrado una cifra tan baja.
Lástima que no contamos con buena granularidad de dichos datos por países de origen para cuantificar fielmente el aporte a los dominicanos. Aún así es innegable que, aunque el impacto de la pandemia elevó el desempleo hispano a 18.9% en abril 2020, ágilmente el gobierno implemento medidas de rescates que lo redujo al mes pasado a 10.3%, los niveles que Obama tenía. Nuestros dominicanos detentaron un claro beneficio en cuanto al empleo también.
El Pew Research Center nos informa que los dominicanos en EE.UU. somos casi 2.1 millones donde el perfil promedio nació en su isla y emigró hace más de 10 años, tiene 30 años, ya es ciudadano naturalizado, está casado, su escolaridad solo llega al bachillerato, gana unos 24,000 dólares al año, no vive bajo el umbral de pobreza, tiene piso alquilado en el estado de Nueva York y habla el inglés muy bien. Este es el quisqueyano promedio, tenaz y afanoso.
En esta semana que pasó fue anunciado que al tercer trimestre de 2020 los EE.UU. percibían un crecimiento del 33.1%, PIB anualizado, un espectacular repunte económico en forma de V que nos augura mejores remesas, ingresos por turismo e inversión extranjera directa.
Oxígeno económico sin el cual la República Dominicana no puede recuperar lo perdido por esta gripe apocalíptica.
Hoy día nuestro principal socio comercial padece de muchos temas políticos y sociales pendientes de resolver, pero como la quinta nacionalidad hispana dentro de los Estados Unidos, tenemos mucho que aportar, con trabajo, respeto a las leyes y pagando nuestros impuestos.
Si hacemos eso, Trump y su economía se encargarán del resto y podremos recuperar lo perdido durante esta pandemia y cierre nacional.