Trujillismo revisionista
En los últimos días hemos sido testigos de preocupantes manifestaciones que, de forma explícita o velada, emulan y glorifican el trujillismo.
Aún más alarmante resulta que se haya recurrido al testimonio de un torturador y asesino confeso del régimen para intentar desacreditar la gesta patriótica que puso fin a una de las tiranías más sangrientas de América Latina.
Esta acción no sólo constituye una afrenta a la memoria de las miles de víctimas de la dictadura, sino que revela una peligrosa ignorancia o indiferencia frente a nuestra historia reciente.
Es inaceptable que se pretenda legitimar, por razones ideológicas, un régimen fundado en la represión, el miedo, la tortura y el asesinato.
La fascinación por el oropel de Trujillo no puede hacernos olvidar el precio humano que tuvo ese brillo artificial, sostenido por el sufrimiento de miles de dominicanos.
Estos intentos de revisionismo histórico subrayan la urgencia de fortalecer la enseñanza y divulgación de nuestra historia contemporánea, especialmente en las nuevas generaciones, que no vivieron los horrores de esa tiranía.
El auge de estos discursos también debe servirnos como llamado de atención: la democracia no puede descuidarse, porque en cualquier momento, en cualquier circunstancia, puede convertirse en víctima de una aventura autoritaria o populista.
El culto a la figura de Trujillo no es una expresión inocente, es un intento de distorsionar el pasado para influir en el presente y amenazar el futuro.
Defender la democracia implica también defender la verdad histórica.
La sangre derramada por la libertad no puede ser borrada por el testimonio no confirmado de un reconocido torturador y asesino.
Como sociedad, debemos recordar con firmeza: nunca más a la dictadura, nunca más al trujillato.
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