En el tramo final de esta inusual campaña electoral se ha desatado una verdadera guerra de encuestas que tienen como único fin crear percepción de triunfo a favor de los segmentos que la divulgan.
Estas encuestas, muchas con números falsos o manipulados o que miden escenarios irreales, generan un triunfalismo peligroso en una masa electoral que en el tramo final de la jornada tiende a fanatizarse.
Algunas mienten de manera descarada, otras lo hacen con sutileza y otras dan cifras reales, pero presentadas de tal manera que dan una sensación irreal.
Pues bien, tengamos presente que la realidad es que a un certamen electoral se va a perder o a ganar. En esta coyuntura hay un abanico de posibilidades: que gane uno en primera vuelta y los otros candidatos no alcancen el triunfo que buscan, que nadie gane en primera vuelta y que dos candidatos vayan a la segunda ronda el 26 de julio.
Hay que evitar el triunfalismo irresponsable ante el peligro de que los seguidores de todos los candidatos entiendan que no hay forma de que su favorito pierda.
Eso sí, le toca a la Junta Central Electoral ofrecer todas las garantías de que tendremos un proceso justo y transparente y a la población entender que en cada puesto electivo solo puede haber un ganador.
