Triste despertar

Triste despertar

Triste despertar

No me sorprendería -y me dolería mucho- despertar un día con la triste noticia de que la más vieja universidad de América amaneció sin fuero y sin autonomía.

El fuero le da a la casa de estudios una jurisdicción especial, respetada por el poder político y las autoridades ordinarias.

La autonomía le garantiza la autogestión, o sea la facultad de trazar sus propias normas de gobierno, administración y funcionamiento sin ingerencias externas.

Se trata de dos grandes conquistas ganadas por la UASD con mucha lucha, mucho sacrificio y mucho coraje. Pero penosamente todo eso corre peligro de volver al pasado, de convertirse en historia, gracias a la insensatez de unos cuantos bandoleros.

Ya empiezan a escucharse voces insinuando la conveniencia de suprimir el fuero universitario, presagio de que más atrás podría venir la idea de quitarle también la autonomía.

Ignoro el aspecto legal de la cuestión, pero no olvidemos que en este país hay vericuetos para llegar a cualquier parte.

Sería una pena que nuestra más importante universidad -al menos por la gran cantidad de estudiantes matriculados y por el enorme monto de recursos económicos que consume- tenga que ser despojada de su fuero y su autonomía.

No hay derecho a dejarla convertir en un barril sin fondo ni en un permanente campo de batalla. Bajo ningún concepto.



El Día

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