Uno hoy mi voz a las que ya se han expresado con dolor por la partida a destiempo de Harold Priego.
Mi vínculo con él se remonta a décadas atrás, cuando él todavía no había nacido. Su padre Joaquín Priego -artista plástico de renombre- era director de la Escuela de Artes Manuales en La Vega, y yo era uno de sus alumnos.
Allí se nos iniciaba en diversas habilidades, tales como la encuadernación, el modelado de barro, la carpintería, el repujado en cuero y otras.
Tiempo después conocí en el ámbito de las agencias publicitarias a un joven talentoso de apellido Priego, que resultó ser el hijo de aquel maestro y artista de La Vega.
Además del dominio del dibujo, ese joven se convirtió en amante de la buena música y de los libros, elementos sobre los cuales basó una sólida cultura general.
Fue así como, llegado el momento en que, como director del Listín Diario, me tocó buscar a la persona idónea para crear un personaje humorístico que reflejara el espíritu característico de los dominicanos, le busqué a él.
El primer personaje que se le ocurrió para esos fines fue Don Bartolo, y poco después aparecieron otros, aunque los más populares han sido, sin lugar a discusión, Diógenes y Boquechivo.
Estos muñecos mantendrán vivo el recuerdo de su autor, no solamente haciéndonos sonreír cada día, sino también obligándonos a reflexionar sobre las duras realidades sociales que ellos también planteaban.
Siempre seguirás presente, Harold Priego.