El profeta Jeremías dijo que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, perverso; ¿quién lo conocerá?”. Conscientes de esa naturaleza humana, no debemos actuar de la misma manera; tratemos de ser diferentes.
Epícteto, filósofo griego, lo vio desde el punto de vista del prudente: “El hombre sensato espera siempre de los perversos mayor daño del que le infieren; si recibe una injuria, piensa que pudo ser golpeado; si lo golpean, piensa que pudieron herirlo; si lo hieren, piensa que pudieron arrebatarle la vida”.