Los avances de la ciencia se producen de manera tan acelerada que lo que apenas ayer nos asombraba en extremo, hoy se ha convertido en obsoleto.
Eso puede verse día a día en el mundo de las computadoras, pero también se dan casos en otras aéreas, como en la medicina, por ejemplo.
¿Quién nos iba a decir, hace apenas algunos lustros, que se podrían hacer intervenciones quirúrgica sin necesidad de usar el bisturí ni de abrirle la barriga al paciente, en busca de la víscera dañada? La ciencia permite ahora introducir en el vientre del enfermo una minúscula camarita fotográfica que proyecta el interior del cuerpo humano frente a la vista del medico, quien lo hace todo con otras pinzas igualmente introducidas, como si estuviera jugando nintendo.
A pesar de que la responsabilidad de los médicos es inmensa, ya que por el momento tiene en sus manos la vida de sus pacientes, la mayoría de los galenos suelen conservar el tan necesario sentido del humor.
Tengo, por ejemplo, un amigo médico que no quiere saber nada de política ni de los políticos, y me contó lo que le pasó con un paciente de avanzada edad que necesitaba un trasplante de corazón.
El doctor le explicó que había tres posibles donantes: el primero era un joven saludable y atleta que había muerto en un accidente de automóvil; el segundo era un hombre de negocios de mediana edad que nunca fumó ni bebió, pero murió al estrellarse su jet privado en una montaña; y el tercero era un político que murió al cumplir 30 años de ejercicio en la política.
Quiero el corazón del político, le contestó sin vacilaciones el paciente.
Después de la operación, que resultó exitosa, el médico le preguntó al paciente por quéhabía elegido la donación del político.
Fácil respondió el paciente-, simplemente me decidí por un corazón que no había sido usado.
(Y me perdonan los políticos).