Ginebra.- A punto de cumplirse un año de la guerra de Ucrania, la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) alerta sobre cómo el conflicto ha renovado un miedo al uso de armas atómicas que se creía enterrado con la Guerra Fría, después de que por primera vez éstas hayan sido usadas como instrumento de chantaje.
“Este chantaje ha mostrado la verdadera cara de estas armas, que algunos creían que garantizaban la estabilidad pero en realidad son usadas como un arma más de Rusia para su guerra”, analizó en rueda de prensa con motivo del aniversario del conflicto el director ejecutivo de ICAN, Daniel Högsta.
La organización, galardonada en 2017 con el Nobel de la Paz, estima que Rusia es el país con más ojivas nucleares en el mundo, más de 6.200, casi la mitad de las 13.000 que se calcula que poseen los nueve países con armas atómicas (a las rusas se suman las de EEUU, China, Francia, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte).
En entrevista con EFE, la coordinadora de campañas digitales de ICAN, Lucero Oyarzun, recuerda que “el riesgo de conflicto nuclear es más alto ahora que en ningún otro momento desde el fin de la Guerra Fría” y que prácticamente todos los Estados con armas nucleares han dado muestras de que van a aumentar sus arsenales.
MENOS OJIVAS QUE EN LA GUERRA FRÍA, PERO MÁS POTENTES
Aunque el número de armas nucleares ha descendido sensiblemente desde la caída de la Unión Soviética, cuando eran unas 70.000, muchas de las armas actuales son más potentes que las de la Guerra Fría, por lo que esa cifra es engañosa.
“Se habla por ejemplo de las ‘bombas tácticas’, en principio entendidas como de menor tamaño que las ‘estratégicas’, pero en realidad las primeras son de una potencia comparable a las que se usaron en Hiroshima y Nagasaki”, alerta Oyarzun. Según datos de la ICAN, algunas de estas bombas “pequeñas» tendrían una capacidad de liberación de energía de hasta 300 kilotones, que multiplicaría por 20 la que destruyó Hiroshima.
“El uso de una sola de estas bombas podría causar cientos de miles, o millones de muertes, y sus consecuencias llegarían mucho más allá de la zona en guerra”, afirmó Högsta. En la parte positiva, el mayor miedo a las armas nucleares ha aumentado el rechazo de la opinión pública a éstas, por lo que ICAN considera que no aumentará el número de países dotadas con éstas o que albergan ojivas estadounidenses como parte de sus compromisos con la OTAN (actualmente Italia, Turquía, Bélgica, Alemania y Holanda).
“Frente a la idea de algunos de que las armas nucleares te dan mayor seguridad, muchos temen también que acoger este armamento convierte a una zona en objetivo prioritario del enemigo, así que muchos gobiernos se lo piensan antes de una posible instalación”, destacó el responsable de ICAN.
EL TNP, BARRERA DE SEGURIDAD
Según Oyarzun, tampoco parece probable que al club de nueve potencias nucleares se unan más en el futuro, pese al temor frecuente de que lo hagan países como Irán, ya que en su opinión pesan aún mucho herramientas como el Tratado de No Proliferación (TNP) y las sanciones que podría acarrear una eventual nuclearización.
EEUU, con al menos 5.500 ojivas nucleares, concentra junto a Rusia el 90 % del armamento nuclear global, mientras que China posee unas 350, Francia 290, Reino Unido 225, Pakistán 165 e India 156, según cifras de ICAN, que calculan que Israel puede tener unas 90 cabezas nucleares y Corea del Norte entre 40 y 50. De acuerdo con Oyarzun, el pasado año estas potencias invirtieron 82.000 millones de dólares en el desarrollo y mantenimiento de su arsenal nuclear.
Frente al desarrollo de nuevas armas y el aumento de arsenales nucleares que muchos de estos gobiernos han emprendido en los últimos años, incluso antes del comienzo de la guerra de Ucrania, ICAN aplaude iniciativas como el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, en vigor desde 2021. El tratado, firmado por casi un centenar de países, en su mayoría del “sur global”, es según Högsta “un intento de que un día estas armas sean vistas con el mismo rechazo que las minas antipersona o las bombas de racimo”, con similares instrumentos legislativos internacionales de abolición, ya ampliamente en vigor.
EFECTOS DEVASTADORES, ANTES Y DESPUÉS
Oyarzun recordó por su parte estudios realizados en 2019 por la universidad estadounidense de Princeton, según los cuales una hipotética guerra nuclear entre EEUU y Rusia causaría 91 millones de muertos tan sólo en las primeras horas de conflicto.
“A ello hay que sumar los efectos a largo plazo de la radiación, los incendios, el humo, el hollín… Ello impactaría rápidamente en el clima mundial y ya hemos visto lo que ocurre cuando las cadenas de suministro alimentario se ven afectadas por un conflicto”, advirtió.