La política está cambiando en República Dominicana. Los acontecimientos ocurridos en las últimas semanas indican que la forma de gobernabilidad y los modelos de liderazgo surgidos en 1996 y que han caracterizado nuestro sistema político hasta 2012, están en proceso de ser desplazados por una forma y una visión de la política que son distintas en muchos aspectos.
He insistido en varios artículos, en los últimos dos años, en los aspectos del estilo de gestión y del modo de construir gobernabilidad que caracterizan a la administración del presidente Medina; por eso no insistiré. Me enfocaré más bien en los aspectos de la resistencia al cambio.
Hay resistencia al cambio entre quienes se identificaron y generaron una zona de confort con respecto a las anteriores formas de liderazgo y gestión.
Pero también la hay entre quienes han construido sus apuestas políticas sobre la base del cuestionamiento frontal al modelo de hacer política que ha sido predominante en el PLD hasta 2012.
La resistencia al cambio es normal, es un fenómeno de la cultura y de las organizaciones, incluidas las empresas y, mucho más, los partidos políticos.
El encono en ciertas posiciones entre quienes defienden un status quo y quienes propugnan por sustituirlo, también lo es.
Una sociedad se construye en muchos momentos encontrando los equilibrios entre estas tensiones.
Pero construir estos equilibrios requiere que tengamos la visión puesta en asuntos mayores, que no nos quedemos en las oposiciones binarias y enconadas, sino que seamos capaces de entender que la nación, el Estado, el gobierno, como instituciones, trascienden los proyectos particulares y personales.
Necesitamos superar la transición en la que nos encontramos como sociedad.
Una transición que algunos no ven clara, pero que a otros nos resulta evidente.
Necesitamos seguir construyendo consensos y formas de resolver las diferencias.