Las imperfecciones de nuestro sistema judicial han llevado a desarrollar en la población una cultura del “tránquenlo”, a tal nivel que hasta el propio Ministerio Público entiende como una derrota el que no se dicte prisión preventiva contra un imputado.
La falta de confianza en que los procesos judiciales continuarán su curso de manera ordinaria o de que a los imputados se les dará el seguimiento debido para que no eluda el proceso al que se ha comprometido no evadir, ha hecho que la gente prefiera que se ‘entierre’ el principio de inocencia.
Hemos dicho reiteradamente que la libertad es el estado natural para que un imputado defienda su inocencia, pero resulta que las imperfecciones de nuestro sistema ha convertido este principio en una puerta para la impunidad.
Por tanto, la prisión preventiva tiene que ser una medida de coerción excepcional, pero para que la población la asuma como tal debe tener confianza de que las otras medidas contenidas en el Código Procesal Penal ofrecen las garantías necesarias de que el imputado no eludirá la Justicia y que se enfrentará al proceso.
Hacemos este señalamiento porque se ha generalizado la creencia de que cuando un juez de Atención Permanente dicta una medida de coerción distinta a la prisión preventiva está exculpando al imputado o que el Ministerio Público fracasó en la acusación.
Los jueces de esa instancia tampoco pueden perder de vista cuál es su rol. En las audiencias de solicitud de medida de coerción lo único que debiera analizarse es si el imputado representa peligro de fuga o si estando en libertad puede amedrentar testigos o desviar pruebas, y en virtud de eso determinar el tipo de medida de coerción a aplicar.
El que un juez de Atención Permanente ordene la libertad de un imputado no quiere decir que este sea inocente, así como tampoco indica que sea culpable cuando le dicta prisión preventiva.
Ojalá el sistema judicial llegue a tal madurez que la mayoría de los procesos puedan ser llevados con los imputados en libertad, sin que eso sea un mecanismo para evadir la Justicia.
Con eso estaremos contribuyendo a eliminar la cultura del “tránquenlo”.